'Está todo inventado'
Wyoming, al descubrir que Franco viajaba con la mano de Santa Teresa: "Iba con un huevo de menos y una mano de más"
Tras la exposición de los restos de Santa Teresa de Jesús en Alba de Tormes, el historiador Mikel Herrán visita El Intermedio para hablar sobre otras ocasiones en las que se han conservado cuerpos de monjas y religiosos.

En la Basílica de la Anunciación de Alba de Tormes, en Salamanca, se está exponiendo el cuerpo incorrupto de Santa Teresa de Jesús. Al evento se están acercando desde fieles a autoridades y religiosos. Pero, ¿de dónde viene la tradición de conservar los cuerpos de monjas y religiosos? Para responder a esta pregunta, El Intermedio cuenta con Mikel Herrán.
"En el mundo católico tenemos un morbo muy extraño con los cadáveres de gente santa porque pueden obrar milagros", explica el historiador. Era habitual que esos cadáveres, incluso, se dividieran en partes. "Algunos santos están divididos en tantos trozos que parecen un lego", comenta Mikel.
El historiador pone como ejemplo a Santa Teresa a cuyo cuerpo le falta un pie, un brazo, la mandíbula y un ojo. "Su fragmento más importante, la mano izquierda, durante casi 40 años la tuvo Francisco Franco en su mesita de noche", añade. "Debe ser lo único de izquierdas que tenía Franco", responde el Gran Wyoming.
El dictador tenía la mano en el interior de un relicario y lo llevaba consigo siempre que pasaba la noche fuera del Pardo. El relicario era de plata y piedras preciosas. "Menos mal que no viajaba en Ryanair, imagínate facturar esto", comenta Mikel, "parece el guantelete del infinito". "Debería ser extraño ver a alguien que siempre viajaba con un huevo de menos y una mano de más", comenta Wyoming.
Pero, Franco no fue el primer líder que lo hacía. Por ejemplo, Felipe II coleccionó más de 7.400 reliquias de santos en El Escorial. Los Austrias, además, tuvieron otra obsesión: San Diego de Alcalá. En 1561, Carlos de Austria terminó cayendo por las escaleras mientras perseguía a una sirvienta. Como no se recuperada, el duque de Alba mandó sacar el cuerpo incorrupto del santo en procesión y lo colocó junto a la cama del príncipe que, finalmente, terminó recuperándose.
La cura hizo que San Diego de Alcalá se convirtiera "en el remedio infalible de los Austrias". "Cada vez que un miembro de la familia real enfermaba sacaban el cadáver del santo de su convento y lo llevaban a palacio para que durmiese con el enfermo", explica Herrán. "Con estos resultados yo diría que a lo mejor tenemos que buscar otra alternativa que no sea remover cadáveres de gente que lleva muerta 500 años", concluye Mikel.