El mismo año que nuestro cine triunfaba en Hollywood, los españoles teníamos que decidir a quién premiábamos en las urnas. Para derrotar a un Partido Popular muy fuerte la izquierda decidió unir sus fuerzas.

PSOE e Izquierda Unida llegaron a un acuerdo, pactaron un programa electoral y el apoyo a la candidatura socialista, con Joaquín Almunia al frente. Por su parte, el nacionalismo vasco y catalán advertía de que no habría gobierno ni de unos ni de otros sin su respaldo parlamentario.

Sin embargo, las elecciones se celebraron el 12 de marzo del 2000 y el resultado cayó como un jarro de agua fría tanto para los nacionalistas como para la izquierda. El Partido Popular ganó las elecciones con una mayoría absoluta de 183 escaños.

La victoria de Aznar se cobró su primera víctima política esa misma noche: la dimisión de Joaquín Almunia abrió un proceso de primarias en el partido socialista al que se presentaron cuatro candidatos.

Rosa Díez, Matilde Fernández, José Bono y José Luis Rodríguez Zapatero compitieron en una carrera que acabó ganando un joven y desconocido candidato. El 22 julio del 2000 Zapatero se impuso sobre Bono por solo nueve votos de diferencia.

Entonces, se convirtió en el jefe de la oposición en la nueva legislatura, pero hubo más cambios. Dos mujeres accedieron a la presidencia del Senado y del Congreso, Esperanza Aguirre y Luisa Fernanda Rudi.

En La Moncloa, Mariano Rajoy adelantó posiciones con respecto a la ejecutiva anterior, convirtiéndose en el vicepresidente del Gobierno. Rodrigo Rato se mantuvo en el ministerio de Economía y Cristóbal Montoro pasó a ser la cabeza de Hacienda. A él le correspondió nombrar a su equipo, entre los que se encontraba el secretario de Estado Enríquez Jiménez Reina, que no terminó la legislatura porque fue salpicado por la estafa de Gescartera.