Ivey recibe un regalo por su décimo cumpleaños de sus padres de acogida. El padre le advierte que lo abra con cuidado. Un regalo que se presume material y que contiene el mejor y el más esperado de los regalos inmateriales.

"¿Voy a ser adoptada?", las cuatro palabras que han cambiado una vida, palabras que rompen en un llanto de alegría común y que llevaban esperando 1.128 días, tres años en un sinvivir.

Ivey llegó a la familia Zezulka porque ya habían acogido a su hermano pequeño. En una apuesta por la reunificación de todos los hermanos acogieron a un tercero que acababa de nacer porque su madre biológica no podía hacerse cargo de ellos.

La buena noticia es triple, porque les han concedido la adopción de los tres. Ivey siempre lo tuvo claro. En su primera noche con Paige y Daniel les preguntó si podía llamarles papá y mamá y la segunda noche si podía quedarse para siempre. Tanto ha soñado con ello, que pintaba cómo sería su familia perfecta. Por fin, el dibujo se ha convertido en una foto real.