"Me acostaron en la mesa de operaciones y empezaron a hacer todo eso que hacen: me conectaron a todos los monitores, el anestesista me puso algo por vía intravenosa y luego una máscara, y me dijo que respirara profundo", explica Donna a la BBC.
"Cuando desperté, todavía podía oír los sonidos de la sala de cirugía, los pasos, el ronroneo y los pitos de las máquinas, el ruido del movimiento de los instrumentos...", añado Donna. "Oí al cirujano hablar y las palabras que dijo me estremeció hasta la médula de los huesos: bisturí, por favor".
Penner no se podía mover ya que junto con la anestesia le habían aplicado un bloqueador neuromuscular que produce parálisis. "Entré en pánico. Esperé unos segundos y luego sentí que me hacía la primera incisión, el dolor... No tengo palabras para describirlo. Era horrendo", relata. "Escuché lo que hablaban y lo que hacían, sentí cuando el cirujano hizo las incisiones y cuando introdujo los instrumentos en mi abdomen, y también cómo movía mis órganos mientras exploraba", agrega Donna.
Por fin, cuando la operación estaba llegando a su final, Donna notó que estaba recuperando la capacidad de mover su lengua. "Empecé a usarla para mover el tubo que tenía para respirar, tratando de atraer la atención. Y lo logré. Pero él pensó que el paralítico ya no estaba teniendo tanto efecto y retiró el tubo que me permitía respirar", explica.
"Había pasado por momentos en los que la agonía del dolor era tal que pensé que iba a morir, así que ya me había despedido mentalmente de mis seres queridos. Ahora, no podía respirar". "Como si alguien hubiera chasquido los dedos. Volví a la sala de operaciones, la enfermera gritaba, hasta que el anestesista dijo: ¡póngale la bolsa de resucitación!", narra Donna. Paso seguido, el anestesista le dio una droga para contrarrestar el efecto del paralítico y poco después pudo empezar a hablar.
Más tarde, el cirujano fue a su habitación, le tomó las manos y le dijo: "me contaron que hubo un problema, señora Penner". Ella le relató al detalle todas las cosas que le escuchó decir mientras él confirmaba con un "sí, yo dije eso". "Sus ojos se le llenaron de lágrimas y apretándome la mano me dijo que lo sentía muchísimo", acaba Donna.