La sala considera probado que el condenado contrató a una agencia los servicios sexuales de una prostituta de lujo el 25 de octubre de 2014, por lo que una chica fue a su domicilio, situada en la Travessera de Gràcia de Barcelona.

Al llegar al inmueble, el hombre abonó 1.100 euros a la mujer por los servicios contratados y le dio 200 euros, para que fuera a comprar dos botellas de champán y una de vodka. Cuando la mujer regresó a casa, el hombre empezó a beber champán y vodka, mostró incoherencia en sus manifestaciones y se puso cada vez más agresivo, alterando su conducta hasta el punto de que se fue al lavabo y empezó a hablar solo.

Con el hombre encerrado en el lavabo, la mujer observó que en la cocina tenía varias cajas de antidepresivos y, asustada, una vez que el cliente regresó del servicio, al comprobar que además presentaba signos de haberse orinando encima, le dijo que le había salido un imprevisto y que tenía que irse, ofreciéndose a devolverle el dinero.

El hombre acompañó a la chica a la puerta, si bien, en vez de permitirle que saliera, cerró con llave, cogió un cuchillo de cocina, se lo esgrimió de forma amenazante y abusó sexualmente de ella. Poco después, la mujer, aprovechando un descuido del cliente, que estaba visiblemente afectado por la ingesta de alcohol, le cogió las llaves del bolsillo y huyó, desnuda, del domicilio, llevando su ropa y su bolso en las manos, hasta que llegó a la calle y pidió ayuda.

El tribunal da credibilidad al relato de la mujer, porque pese a que se trata de dos versiones totalmente contrapuestas, ya que el hombre sostuvo que no la forzó, entiende que la víctima ha mantenido la misma versión desde el primer momento y además al huir llevaba encima los 1.100 euros que le pagó el cliente, por lo que concluye que no se trata de una venganza porque no le pagara.