Un juzgado de Pontevedra ha condenado al conocido como 'estafador de las webs de citas' o 'Don Juan de Marín', Rodrigo N.I., a una pena de un año y tres meses de prisión por undelito de estafa a un hotel de Meaño, del que se marchó sin pagar los más de 5.000 euros que tenía de gasto.
Además, la sentencia del Juzgado de lo Penal número 1 de Pontevedra también condena a un año de prisión a su compañera, Olga G.G., por el mismo delito, que deberá abonar la mitad de las costas del juicio, incluidas las de la acusación particular.
En concepto de responsabilidad civil, ambos acusados deberán indemnizar conjunta y solidariamente al denunciante, el hotel de Quinta de San Amaro, en la suma de 5.062,64 euros, más los intereses legales. La sentencia no es firme y puede recurrirse ante la Audiencia Provincial de Pontevedra.
El fallo recoge como "hechos probados" que Rodrigo y su compañera en aquel momento, tras dos estancias previas de corta duración, en las que el importe de los servicios se habían abonado sin ningún problema, se alojaron en este hotel "con ánimo de obtener un beneficio económico ilícito".
Concretamente, lo hicieron desde el día 11 de marzo hasta el día 12 de abril de 2013, haciendo creer a los dueños del hotel que iban a abonarle los gastos de alojamiento y manutención que habían realizado durante el período, que ascendieron a 5.062,64 euros, pero no lo hicieron.
El magistrado Juan José Trashorras señala en su sentencia que "concurren en este caso todos los elementos de la estafa, pero con ciertas peculiaridades", ya que el engaño tuvo lugar no sólo a través de una acción manifiesta, "sino también por medio de una acción concluyente".
Rodrigo se identificó como Leo Salina, tras haberse alojado ya dos veces con anterioridad en el hotel, realizó la reserva y, tras dos semanas de estancia, dijo a los propietarios que la empresa para la que trabajaba, Hewlett Packard (HP), pagaría los gastos generados hasta la fecha.
Sin embargo, Rodrigo (como Leo Salina) evitó facilitarle los datos de la empresa para proceder al abono, comprometiéndose a pagarlos de su cuenta personal. Cuando le exigieron el pago, les envió una transferencia falsa y en el momento en el que los responsables del hotel le dijeron que si no pagaban llamarían a la Guardia Civil fue cuando desapareció.
En cuanto a la acusada Olga G., sostuvo durante el juicio que ella también había sido víctima de un engaño por parte del coacusado. Sin embargo, la sentencia señala que "existe prueba que permite concluir que ello no era así".
El fallo judicial apunta que la acusada "sabía perfectamente con quien estaba" y, además, ya había hecho lo mismo un año antes en otro establecimiento.