Las primeras imágenes de la detención de Alexander Drueke y Andy Huynh, estadounidenses capturados por Rusia cuando combatían en el bando ucraniano, son terribles. En ellas aparecen esposados y sin cordones para evitar suicidarse. Los dos dejaron Alabama para luchar contra la invasión rusa. “Antes de venir, vi mucha propaganda”, asegura ante las cámaras Huinh.

Como ellos, miles de soldados de todo el mundo se han unido al Ejercito ucraniano. "6.956 mercenarios han llegado a Ucrania procedente de 64 países", afirmó recientemente Igor Konashenkov, portavoz del Ministerio de Defensa ruso. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quiere rebajar la tensión con Moscú, y por ello aboga a sus compatriotas a no viajar a Ucrania.

"Los estadounidenses no deben ir a Ucrania en este momento", ha pedido en los últimos días el mandatario norteamericano. Mientras tanto, Rusia continúa atacando con el objetivo de cortar el suministro de combustible a las tropas ucranianas del Donbás. Ataques en los que las tropas rusas utilizan armamento de la OTAN abandonado por las tropas ucranianas.

En la planta de Azovstal, la infantería rusa ha recogido ya el botín de guerra: balas y lanzacohetes occidentales. Un armamento que reclaman los soldados ucranianos en la región de Lugansk. “Necesitamos tanques, solo hay equipo de infantería, solo podemos hacer guerra de guerrillas”, ha denunciado Petro Kuzyk, comandante del Ejército ucraniano.

Mientras, el presidente Volodímir Zelenski ha condecorado a un grupo de combatientes en Nikolaev. Por otro lado, cientos de ucranianos han recordado al activista político Roman Ratushny, caído en combate. Allí, en su despedida, se han dado multitud de lágrimas y de flores para recordar a uno de sus héroes en esta guerra que, más de 100 días después, parece no tener un final.