No se resignan y una semana después de su elección, siguen saliendo a las calles a protestar contra Donald Trump.

Pero la rebelión no solo está en las calles, también en los despachos de los ayuntamientos de las grandes ciudades del país. La alcaldesa de la capital, de Washington, ha sido la última en sumarse a la larga lista de regidores que no piensan colaborar con Trump en su política anti-inmigrantes ilegales.

En la ciudad más poblada, Nueva York, el 28% de sus ocho millones y medio de habitantes son hispanos. El mensaje de su alcalde es claro: "Fundamentalmente, creemos en el respeto a los derechos de todos los neoyorquinos, incluyendo los indocumentados".

En Los Ángeles, la segunda ciudad en tamaño, hay 3.8 millones de habitantes y los hispanos suponen el 47,5% del censo, son mayoría étnica.

Chicago, la tercera, tiene una población de 2.7 millones, el 28.9%, hispanos. "Para dejar claro lo que es Chicago: siempre será una 'ciudad santuario'". Una 'ciudad santuario' es aquella donde la Policía no pregunta por el estatus migratorio de una persona de forma rutinaria.

La última cifra que Trump ha dado de indocumentados con antecedentes a los que piensa deportar es de entre dos y tres millones. Pero según los datos oficiales, hay poco más de 800.000. Los alcaldes de las grandes ciudades, tratarán de impedir que se haga realidad una de las principales promesas del republicano.