El grupo liberal en el Parlamento Europeo ha expulsado a uno de sus miembros después de que se refiriera a las personas LGTBI como "pervertidos y desviados", el último capítulo de una serie de consecuencias públicas para eurodiputados que hacen gala de comentarios racistas, machistas u homófobos.

"Hablo sobre los pervertidos, los desviados... el destino les ha dado esa vida, no es su culpa que se sientan mujeres con ropa de hombres", decía en un vídeo el eurodiputado lituano Viktor Uspaskich.

Tras exigirle una disculpa, el grupo acabó expulsándole en un voto por amplia mayoría, que le convierte en un nombre más de la lista de eurodiputados que han afrontado crítica pública y sanciones tras emitir comentarios discriminatorios, mientras que sus víctimas han encontrado el apoyo de buena parte del arco parlamentario y la propia institución.

Consecuencias ante conductas discriminatorias

El caso más sonado de los últimos años es el del polaco Janusz Korwin-Mikke, cuyo comentario misógino en 2017 sobre la inferioridad de las mujeres le ganó una potente réplica de la actual líder de los socialdemócratas en la Eurocámara, la española Iratxe García, y una sanción de la propia institución. "¿Sabe usted cuántas mujeres hay entre los primeros 100 jugadores de ajedrez? Se lo diré: ninguna. Por supuesto, las mujeres deben ganar menos que los hombres porque son más débiles, más pequeñas, menos inteligentes", dijo Korwin-Mikke en un debate sobre la brecha salarial.

El Parlamento reaccionó retirando dietas al diputado polaco durante 30 días, equivalente a unos 9.000 euros, y sancionándole sin participar en actividades parlamentarias durante diez días ni representar a la Eurocámara en foros internacionales durante un año.

La justicia europea acabó anulando estas decisiones al considerar que no se puede sancionar por declaraciones en el ejercicio de funciones parlamentarias, pero su comentario machista provocó el rechazo de 280.000 personas en una plataforma de peticiones, además de múltiples personalidades del mundo de la política.

Sin tener que retroceder hasta 2017, apenas la semana pasada el diputado alemán Martin Sonneborn tuiteó una foto de sí mismo con una camiseta en la que decía "Adiós, América. Impreso en China para Die Partie". Sin embargo, en la versión original de la frase en alemán, las letras R y L estaban intercambiadas, reproduciendo así el estereotipo racista sobre el acento chino, por lo cual fue duramente criticado por su colega de partido Nico Semsrott.

Semsrott optó por abandonar la delegación del partido, integrada en los Verdes, tras acusar a Sonneborn de ignorar el contexto social de unos tuits que quiso hacer pasar como "sátira".

"Sonneborn puede seguir haciendo bromas como quiera, pero yo me voy si no entiende (…) que su responsabilidad como presidente de Die Partei va mucho más allá que la del editor de una revista satírica", aseveró.

También se inició una investigación tras los comentarios racistas del conservador búlgaro Angel Dzhambazki, quien criticó el resultado de unas negociaciones sobre movilidad y afirmó que los responsables del acuerdo al que se llegó fueron "una francesa de origen argelino" y "un alemán de origen turco".

La francesa, la ecologista Karima Delli, y el alemán, el socialdemócrata Ismail Ertug, contaron con el apoyo público de sus jefes de grupo y con el del presidente del Parlamento, David Sassoli.

Los expertos advierten: todavía se puede hacer más

Desde ILGA, una organización defensora de los derechos LGBTI con más de 600 organizaciones, su directora de promoción, Katrin Hugendubel, subrayó que Europa "necesita líderes que muestren que el discurso de odio LGTBIfóbico no es aceptable en sus partidos".

"Es esencial, ahora más que nunca, que los políticos se responsabilicen y que rindan cuentas por sus discursos de odio", subrayó Hugendubel, quien esperó que la reacción del grupo liberal al expulsar al diputado lituano "sea un ejemplo para otros partidos que tienen en sus filas a miembros promoviendo el odio hacia ciertos grupos".

Hugendubel cree que la exclusión de un miembro tras este tipo de comentarios debería ser "el último recurso" y que, entre tanto, los partidos "pueden hacer más para crear conciencia, desarrollar capacidades y promover el apoyo a los derechos LGBTI en sus propias filas".

Entre esas medidas proactivas incluyen la organización de debates, la oferta de formación y la inclusión de organizaciones antidiscriminación en sus actividades, unas recomendaciones que también extienden a las empresas e instituciones públicas.

Desde el Parlamento Europeo, por su parte, el director general de comunicación, Jaume Duch, asegura que "cualquier forma de ofensa se tiene en cuenta seriamente" y recuerda que en los últimos años se han reforzado tanto el reglamento de la Eurocámara como el código de conducta al que se adhieren los eurodiputados.

El reglamento establece que los diputados no recurrirán a un lenguaje ofensivo durante debates y en el código de conducta hay indicaciones sobre la prohibición de usar un lenguaje degradante, insultante, ofensivo o discriminatorio; no adherirse a este código supone no poder ser elegido como presidentes de ninguno de los órganos del Parlamento, ser ponente y participar en delegaciones oficiales o negociaciones interinstitucionales.

"El Parlamento practica la tolerancia cero y no respetar esas normas supone en efecto sanciones, porque las instituciones públicas y la clase política tienen que predicar con el ejemplo", incide Duch.