En busca de la reencarnación

"Ni se elige, ni se vota": así es el proceso especial para nombrar al sucesor del Dalái Lama

Los detalles Aunque Tenzin Gyatso, el actual Dalái Lama, afirma que piensa vivir 40 años más, cada vez está más cerca que se inicie un nuevo proceso para escoger a su sucesor.

Tenzin Gyatso, el actual Dalái Lama
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Tenzin Gyatso, el actual Dalái Lama, ha cumplido 90 años. Eso sí, piensa vivir hasta los 130 y retrasar el nombramiento de su sucesor. Y ese mensaje lo ha enviado con un recadito a China, aseverando que el régimen de Pekín no intervendrá en quien será el nuevo líder del budismo.

Pero, ¿cómo se elige al siguiente Dalái Lama? A diferencia de lo que estamos acostumbrados en el resto del mundo, la sucesión se realiza de una manera peculiar. "No se elige ni se vota, él tiene su proceso muy especial", explica Ven. Geshe Thubten Chöeden, director del Instituto Hayagriva de Madrid.

Y es que los budistas creen en la reencarnación y este es el eje central por el que se rige el mecanismo de sucesión. Todo comienza la muerte del actual Dalái Lama. A partir de ahí, se abre un período de dos o tres años: "Porque el niño tiene que nacer y con tres años empieza a hablar".

Las profecías de los grandes maestros y las deidades budistas completarán la información final que iniciará la gran búsqueda. Así fue descubierto Tenzin Gyatso en la región este del Tíbet, en Ando, cuando apenas tenía dos o tres años: "Empezó a hablar y hablaba de cosas de su anterior". Incluso fue capaz de reconocer a personas y algunos de los objetos personales que pertenecieron a su antecesor. Eso sí, pese a ser un niño, se debe pasar una serie de exámenes para confirmarle como el nuevo líder budista.

Durante su mandato, Gyatso vivió cómo China invadió el Tíbet el 7 de octubre de 1950 y, desde entonces, siempre lo ha perseguido. "Es su símbolo identitario. Y si este símbolo identitario se opone políticamente a Pekín, pues la legitimidad de ese gobierno chino, de ese control del Tíbet, es mucho menor", comenta Mario Esteban, investigador del Real Instituto Elcano.

Con 23 años tuvo que huir, cruzando a pie la cordillera del Himalaya hacia la India donde fijó la nueva sede del gobierno tibetano, reconstruyendo la comunidad política y religiosa, algo que Pekín nunca le ha perdonado.

Desde allí, en su noventa cumpleaños y consciente de la importancia de su reencarnación, asegura que esta será en un país libre y que nunca será elegido por China.