Siempre se ha dicho que el dinero no da la felicidad. Sin embargo, en 2010, los ganadores del premio Nobel de Economía Daniel Kahneman y Angus Deaton publicaron un estudio en el que argumentaban que unos 100.000 euros al año podrían acercarnos a ese objetivo.
Explican que el dinero sirve para proporcionar bienestar al cubrir nuestras necesidades básicas y eliminar así la inseguridad. Los premiados explicaban que, a medida que crece el dinero, la felicidad no crece igual. El dinero sí compra la felicidad, pero solo si se gasta en otra persona.
Dice el estudio que la felicidad no es directamente proporcional a la cantidad que se invierte en ella, porque la relación entre ingresos-patrimonio y bienestar-felicidad no es lineal, sino que está sujeta a la función de utilidad decreciente.
En este estudio participaron 450.000 personas, el cual concluye que, a partir de esa cantidad, la satisfacción diaria ya no aumenta.
"Los bajos ingresos exacerban el dolor emocional asociado con desgracias como el divorcio, la mala salud y la soledad. Concluimos que los altos ingresos compran la satisfacción con la vida, pero no la felicidad, y que los bajos ingresos se asocian tanto con una baja evaluación de la vida como con un bajo bienestar emocional", explican.
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