A la hora de la siesta, el conjunto de Zinedine Zidane salió dormido a un campo frenético que no se anda con medias tintas como es El Sadar. Todo o nada en Pamplona, gloria o muerte. A los catorce minutos se consumó lo que se preveía en los primeros compases del encuentro: el gol de Osasuna con la firma de Unai García, que cabeceó un córner al fondo de la red de Courtois.

Los pupilos de Arrasate reclamaron un castigo mayor en una acción de Sergio Ramos sobre Rubén García, que pudo ser merecedora de expulsión, pero que ni el árbitro ni el VAR consideraron como punible.

El cuadro madridista supo reponerse con rapidez cuando el pájaro del nerviosismo comenzaba a anidar en la mente de los aficionados blancos. En apenas cinco minutos, Isco primero y Ramos después, volteaban el marcador para llegar al ecuador del encuentro por delante en el luminoso.

Tras el paso por vestuarios, el partido comenzó a coger tintes grisaceos y las faltas y acciones duras empezaron a sucederse. Gareth Bale, que volvía a la convocatoria y al once, pasó desapercibido e inaudito en todo el encuentro, hasta que a falta de veinte minutos para el final, Zidane decidió que su papel en la contienda había llegado a su fin.

La llama del Real Madrid comenzaba a apagarse y Osasuna sacó pecho y empeño para llegar a la meta de Courtois, llegando a acechar de cerca el empate. Mientras tanto, los de Concha Espina se afanaban en mantener la posesión y tratar de cerrar el partido a la contra. Lucas Vázquez, que había entrado por Bale, puso el punto y final al partido tras una asistencia 'no look' de Karim Benzema, y Luka Jovic, que regresó a su cita con el gol, puso la guinda al encuentro.

De esta manera, tras la hecatombe copera en el Bernabéu en la que el Madrid sucumbió a la pegada nórdica en botas del sueco Isak y del noruego Odegaard, los de Zidane siguen en la senda de la victoria en la competición doméstica y meten presión al Barcelona ante su visita al Benito Villamarín.