"La guerra era algo muy nocturno. La oscuridad, los miedos, y donde vuelven todos los fantasmas". Una pesadilla que se repite aunque estés lejos de ella, es el precio de la guerra, el precio que pagan, dicen los que van, por informar del horror. "A la guerra hay que ir para sufrir el impacto de lo que estás viendo porque si no lo sufres no vas a poder transmitir con decencia" asegura Gervasio Sánchez, periodista.

Esos miedos los muestran en 'Morir para contar', donde explican precisamente, que algo se muere en ellos después de cubrir tantas tragedias. Y cada muerto, cada llanto desesperado, lo llevan a sus espaldas en lo que llaman 'mochila del dolor'. "Nos avergüenza lo que nos pasa y no lo contamos, porque claro, me da vergüenza comentárselo al tío al que le estás vendiendo una crónica" confiesa Ángel Sastre.

Frente a una masacre en Siria, Gaza o Afganistán, la frialdad, denuncian, de quienes ven el conflicto desde un país lejano y en paz. "Te encuentras muchas veces al otro lado del teléfono jefes insensatos, que no entienden para qué sirve este trabajo" dice Gervasio Sánchez.

Y ese oficio, llamado periodismo, es el que quieren poner en valor mostrando la otra crónica internacional, más allá de Trump, Bolsonaro o el Brexit. Es lo que definen como 'periodismo de barro', ese del que no volvieron Javier Fuentes, José Couso o Miguel Gil. Volverían las veces que hiciese falta para contarle al mundo un horror que existe y no cesa.