Hasta seis pruebas tuvo que hacer 'Al Pacino' para conseguir uno de los mejores papeles de su vida: el de 'El padrino'. "No puedo contar cuántas. Tengo la sensación de que me pasé todo el rato haciendo pruebas", asegura.

Más que un rodaje, fue un milagro. Así al menos lo han contado todos aquellos que lo sufrieron. Los actores de una de las películas más famosas y prestigiosas que nos ha dejado el cine se han reunido 45 años después, en el festival de cine de Tribeca.

"Llamé por teléfono a Pacino para que hiciera una última prueba. Lo cogió su novia y me dijo: '¿Qué le estáis haciendo? ¡Le estáis torturando!'", cuenta a modo de anécdota el director del largometraje, Francis Ford Coppola.

Pacino consiguió definitivamente el papel después de una de las escenas clave de la película: la del encuentro de Michael Corleone con 'El Turco'. Hasta entonces, los productores creían que era demasiado bajito y aburrido.

Brando tampoco les gustaba porque daba problemas y no tenía buena dicción, pero Coppola se lo ocultó. Le obligaron a hacerle una prueba, y se la hizo sin que se diera cuenta. Brando imaginó el padrino como un bulldog y se metió kleenex en la boca.

"Solo quería que le dijera dónde estaba su cámara. Podías hasta ponerle accesorios encima. Yo le puse un gato callejero que había en el estudio", recuerda Coppola, quien también estuvo en entredicho. Le pusieron un director detrás para supervisarlo y pensó en dejarlo: "Mi secretaria me dijo que estaba arruinado y que era mejor que me despidieran".

De tanta inseguridad salió una obra maestra. De tanta inseguridad, y de un libro que a Coppola tampoco llegó a convencer.