El verano, el calor, los chiringuitos… y como no, la salmonelosis. Es una de las noticias que, junto las olas de calor y las calimas, siempre aparece durante las vacaciones. Aunque seguramente todos tengamos en la cabeza que hay que tener cuidado con la mayonesa, las ensaladillas, las tortillas poco cuajadas, y el huevo en general cuando el calor aprieta, parece que no aprendemos.

¿Qué es la salmonelosis?

Dicho de forma muy rápida: la salmonelosis es una de las enfermedades de transmisión alimentaria más común y extendida, siendo una de las cuatro principales causas de diarrea. Y aunque la mayoría son leves, algunos casos pueden ser mortales.

Igual que en padrino, no hablamos de una sola bacteria, si no que es una familia con más de 2.300 "clanes" o clases de salmonella diferentes. De hecho, no todas "solo" causan una diarrea y ya está, algunas son causantes de la fiebre tifoidea.

Y, además, están distribuidas por lo ancho y largo del mundo que nos rodea. Es decir, que tienen "contactos" con muchos posibles puntos donde podemos coger la bacteria e infectarnos, especialmente si los alimentos han estado en contacto: roedores, aves, insectos, reptiles… Son "malas" y están por todos los lados (Atenta Gloria Serra, que este tema te da para un especial de Equipo de Investigación… el clan de la Salmonella).

¿Cuáles son sus causas?

La salmonella se esconde en los intestinos de estos animales y también de los humanos (si, tienes salmonella dentro de ti). Por eso, la mayoría de las infecciones son a través de alimentos que han sido contaminados con heces, bien sea por contacto directo, como cuando se eviscera la carne, los pescados, y la cáscara de los huevos (¿por dónde pensaba que salían los huevos de las gallinas?), como porque el agua con la que se riegan frutas y verduras está contaminada con restos de heces.

Pero no todo es ajeno a nosotros. Muchas de las contaminaciones de alimentos también ocurren cuando nosotros los manipulamos, como, por ejemplo, cuando tocamos alimentos después de haber ido al baño y no nos hemos lavado las manos (ya hay que ser cochino) o, algo tan inocente en principio, como cambiar el pañal a nuestro bebé (también tenemos que lavarlos las manos).

Y, por si fuera poco, basta con que toque algo que esté contaminado con salmonella y empieces a repartirla por todos lados si no te has lavado las manos. Imagina que estás troceando un pollo crudo para preparar unas brochetas. No te lavas las manos, y empiezas a hacer una ensalada (que encima se come cruda). ¡Tachán! Salmonella 'everywhere'.

¿Cuáles son los síntomas de la salmonelosis?

La lista es larga y puede que suframos todos, o sólo una parte. Incluso varía en la gravedad e intensidad dependiendo de muchos factores, como nuestro estado de salud, o si afecta a una persona mayor o un niño.

Pero para que te hagas una idea, hablamos de vómitos, nauseas, calambres abdominales, fiebre, escalofríos, sangre en las heces, y, por supuesto, diarrea. ¡Y qué diarrea! Aunque, por lo general, dura entre dos y siete días, no te confíes: puede que dure casi dos semanas, o varios meses, hasta que tu intestino vuelva a la normalidad. ¿Cuál es el peligro? Que es muy fácil deshidratarnos. Y créeme, no quieres que te pase eso.

Y aunque los grandes brotes de salmonella y las grandes intoxicaciones en los BBC (bodas, bautizos, comuniones… chiringuitos, cruceros, restaurantes, etc.) llaman la atención de los medios de comunicación, casi el 80% de los casos pasan sin pena ni gloria y ni siquiera se diagnostican. Es decir, que hay más casos de los que ves en las noticias.

¿Cómo se diagnostica?

Si a la consulta te llega un paciente con estos síntomas, y, además, no solo le pasa a él, sino que a su cuñado, su hermana y sus tíos, que fueron todos a Santa Pola a comerse una paella y están igual… todas las papeletas para que sea ella la culpable. O lo que los clínicos llaman 'historia clínica del paciente'.

Pero para estar seguros de que es ella y no otro "clan de las bacterias del verano", lo mejor es hacer un análisis de heces o de los restos de la comida que ha causado esta diarrea (aunque no siempre tienes una muestra a mano en casa de lo que has comido…) y ver que allí hay más salmonella que un huevo al sol de agosto en el centro de Dos Hermanas.

¿Cuál es el tratamiento?

El que nos diga el médico. Es decir, no trates de jugar a Anatomía de Grey en casa y ante cualquier síntoma, lo mejor es acudir a un especialista. Aunque nos sepamos lo que nos va a decir: suero oral.

Lo primero que hay que hacer es evitar que el paciente se deshidrate (imagina la cantidad de líquido que pierdes en los vómitos y la diarrea), porque un paciente que se deshidrata empeora los síntomas y espera que no aparezcan más cosas. Por eso es clave reponer líquidos y los electrolitos en las personas que lo padecen.

Pero puede que el caso sea un poco más grave y, además, nos manden tomar antidiarreicos para cortar la diarrea y antibióticos para intentar reducir a la bacteria y que deje de fastidiarnos.

¿Y de comer? Aunque controvertida porque parece que hay algunos estudios que dicen que podríamos comer de todo (lo que nos siente bien, no creo que quieras comerte una fabada estando en este estado), la recomendación es la que ya te imaginas también: dieta blanda y astringente. Infusiones, caldo de pollo sin grasa, bebidas isotónicas (sin azúcar). También tendrás que hacerte amigo del pollo y el pavo cocido sin piel, o para los más gourmets, a la plancha, así como el pescado blanco cocinado de la misma forma.

¿Te parece poco? Arroz hervido, patatas y zanahorias cocidas completan el menú. ¿Y de postre? Plátano, manzana, pera y melocotón es lo que se suele recomendar para ayudar a cortar la diarrea. Y, poco a poco, según vayamos mejorando, iremos incluyendo otros alimentos hasta que lleguemos a comer como siempre hemos comido (que, si me estás leyendo, y sigues lo que te enseño, supongo que será bien).

Pero la mejor manera de no tener que pasar por todo este calvario estival, es seguir las reglas básicas de higiene y manipulado de alimentos. Desde lavarse las manos cada vez que vamos al baño, cambiamos de alimento que estamos manipulando, o venimos de la calle (que vete a saber tú lo que hemos tocado sin darnos cuenta), hasta no descongelar nada por la noche (y menos en estas noches de "veintipico" grados), guardar todo en la nevera y evitar, como no, todo lo que lleve huevo fuera de casa.

Si no, prepárate para una experiencia que, seguramente, no querrás volver a pasar.