Un puñal en la boca del estómago. Eso es lo que describen las personas que sufren infección por Helicobacter pylori, una bacteria que, según los últimos datos, ha llegado a infectar a más del 50% de la población (incluso hasta en el 30% de los menores), aunque no siempre se sientan síntomas.

Esta bacteria se queda en el estómago y, para sobrevivir, nos causa una gastritis a consecuencia de producir ureasa, intentando neutralizar el ácido del estómago. Algo que a priori debería ser fácil de eliminar, gracias a administrar antibióticos, pero que la realidad es bien diferente. Suele ser bastante complicado acabar con ella, por lo que se suelen utilizar antibióticos de los más potentes posibles.

Como es conocido, los antibióticos gran parte de las veces hacen de “coche escoba” y no solo acaban con las bacterias que nos están causando un problema, también trastocan nuestra flora intestinal que, recordemos, también son una gran parte de bacterias pero que, en este caso, nos aprovechamos de que estén ahí trabajando para nosotros. De hecho, podemos decir que tenemos más bacterias en el intestino que células humanas componen nuestro cuerpo.

¿Qué sienten las personas que sufren los síntomas de esta infección? La más reconocibles, además del intenso dolor, es la sensación de plenitud e hinchazón. A lo que puede acompañar náuseas, vómitos, incluso con sangre, heces negras si hay sangre y hemorragias en los casos más graves.

La realidad es que no está muy claro cómo se contagia esta bacteria, por lo que establecer medidas de prevención también es muy complicado. Aunque se teoriza con la expansión a través de alimentos o agua infectadas, o por el contacto boca a boca. De ahí que se haga mucho hincapié en la higiene de manos diaria, sobre todo después de ir al baño y antes de ingerir o manipular alimentos.

Como se puede suponer, esta condición también altera la dieta de la persona que lo sufre, especialmente cuando hay presencia de síntomas, ya que la alimentación va a ser clave para conseguir que mejore el estado de salud de la mucosa del estómago e ir recuperando, poco a poco, las funciones digestivas.

Al tratarse de una irritación del estómago, la dieta debe ser de fácil digestión o, también conocida como dieta de protección gástricas. Por lo que tenemos que evitar alimentos que empeoren y favorezcan la irritación:

  • Alcohol
  • Café, té y cacao
  • Zumos y bebidas con gas
  • Cítricos como el tomate, la naranja, piña, limón, pomelo, etc.
  • Alimentos que generen flatulencias y gases como el brócoli, la coliflor o las coles, incluyendo las legumbres.
  • Leche y postres lácteos.
  • Alimentos muy grasos y los fritos.
  • Alimentos que estén muy frío o muy calientes.
  • Alimentos integrales y bollería

Al ser una dieta restrictiva, no es una dieta para seguir durante mucho tiempo, ya que puede existir riesgo de deficiencias nutricionales si está mal planteada o solo se come “lo que me sienta bien”, por lo que, ante esta situación, lo mejor es ir a un dietista-nutricionista para que nos asesore y acompañe al realizarla.