NUEVO PROGRAMA
El cuento de El castillo de Barbazul y la violencia de El mandarín maravilloso convencen al público del Teatro Real en Madrid
Así es el nuevo estreno del Teatro Real: una doble propuesta de Béla Bartók que une la intensidad de El mandarín maravilloso con la oscuridad de El castillo de Barbazul, en una noche de música, pasión y misterio.

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El público del Teatro Real se ha convencido este domingo 2 de noviembre con la fusión de las obras de Béla Bartók, el ballet-pantomima El mandarín maravilloso y la ópera El castillo de Barbazul, que se han estrenado por primera vez en las tablas del Real.
Así, ha comenzado el violento ballet en un acto, con música de Béla Bartók, una pieza basada en el relato homónimo de Menyhért Lengyel que se ha ganado un gran aplauso. Después ha continuado un movimiento musical también de Bartók. La ópera El castillo de Barbazul, con libreto de Béla Balázs, ha cerrado el montaje, convenciendo al público con una ovación de varios minutos.
Entre el público se encontraba la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz.
La ópera, basada en el cuento infantil La Barbe bleu de Charles Perrault —así lo describía el director artístico del Real, Joan Matabosch— relata la historia de Judith, interpretada por la soprano alemana Evelyn Herlitzius, y su marido Barbazul. Ella le presiona para que abra las siete puertas cerradas de su castillo y aunque Barbazul, al que da vida el bajo alemán Christof Fischesser, se muestra reticente, acaba por confiarle sus secretos.
Precisamente, tanto la soprano como Fischesser han sido los grandes ovacionados de la noche y el público les ha vitoreado con entusiasmo.
La música de esta ópera, bajo la dirección de Gustavo Gimeno —que ha recibido grandes aplausos de los presentes—, ha creado un ambiente de thriller psicológico como adelantaba el propio director. Gimeno ha regresado este domingo al Real como director musical oficial.
Ambientado en la misma ciudad pero en una época distinta, El mandarín maravilloso narra una historia más cruenta, aunque el público la ha recibido con entusiasmo, entre aplausos y numerosos bravo. En esta pieza, tres hombres obligan a una joven a buscar clientes para prostituirse y conseguir dinero. El primer encuentro se convierte en una pesadilla. El segundo, con un hombre joven, le inspira una ternura inesperada. El tercero es un extraño de ojos grandes y tristes.
El deseo, elemento central de esta obra cuya dirección de escena y coreografía están a cargo de Christof Loy —cuyo trabajo ha generado división de opiniones—, se refleja tanto en la música como en la escenografía diseñada por Marton Agh, que muestra unos suburbios sórdidos de una gran ciudad con casas apiladas sobre viejas pilastras en un puerto decadente.
Por su parte, en El castillo de Barbazul, el matrimonio afronta sus conflictos en una casa. En esta tercera parte, los amantes de El mandarín maravilloso parecen reencontrarse en Judith y Barbazul, repitiendo patrones de violencia y frustración amorosa bajo nuevas formas.
El escenario incluye una cabina telefónica semisumergida y una estructura de madera que parece engullida por una catástrofe no explicada. Las puertas del castillo representan puertas psicológicas.
En cuanto al vestuario, ideado por Barbara Drosihn, resulta actual pero sobrio. En El castillo de Barbazul, el traje de él, de cortes limpios, y el vestido rojo de ella acercan la historia a la actualidad. En El mandarín maravilloso, la ropa es completamente moderna.
Tras algo menos de dos horas, las producciones de El castillo de Barbazul y El mandarín maravilloso culminaron con el apoyo entusiasta del público.
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