GASTRONOMÍA Y CULTURA
Benidorm: donde la cultura se saborea y la gastronomía cuenta historias
Cada plato cuenta una historia y cada fiesta sabe a tradición. Y Benidorm es donde la gastronomía y la cultura se mezclan para ofrecer una experiencia mediterránea inolvidable.

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Benidorm, ubicado en la Comunitat Valenciana, es mucho más que playas doradas y un skyline único. En sus calles, en sus plazas y hasta en sus cocinas se esconde una historia de más de 700 años que sigue viva hoy en día. Viajar a esta ciudad mediterránea es recorrer sus monumentos, participar en sus fiestas, pero también sentarse a la mesa y descubrir que cada plato es un pedazo de identidad cultural.
Sabores que cuentan la historia de Benidorm
La cocina benidormense es el resultado de siglos de mestizaje cultural: desde los árabes hasta los marinos que cruzaban el Atlántico, cada civilización dejó su huella en los fogones. Pero, sin duda, los arroces son el emblema de la gastronomía de la costa mediterránea.

El arroz más tradicional de todo Benidorm es el arroz de espinacas y boquerones, que combina sencillez y sabor mediterráneo: se elabora con un sofrito de ñora, ajo, perejil, tomate, sal y azafrán, al que se añaden espinacas y arroz rehogados, para después cubrir con agua o caldo de pescado y cocer lentamente; a media cocción se incorporan los boquerones frescos, logrando un plato sabroso, nutritivo y lleno de historia, transmitido de generación en generación como parte del legado gastronómico de la ciudad.
Otro arroz a destacar es el arroz con bacalao, coliflor y garbanzos. Se trata de un plato tradicional de Benidorm que combina sencillez y sabor: se prepara con una picada de ñora, ajo, perejil y tomate, a la que se añaden garbanzos, migas de bacalao desalado y arroz, todo cocinado junto con coliflor dorada, agua y azafrán hasta que el arroz alcanza su punto; el resultado es un guiso sabroso, nutritivo y lleno de la esencia mediterránea que refleja la herencia culinaria de la ciudad.
Recetas como estas, u otras como el arroz caldoso de salmonetes y calabaza o la cazuela de pescado al estilo pobre son mucho más que platos: son la memoria de generaciones que vivieron del mar y de la tierra.
Lo mismo ocurre con sus dulces tradicionales, como los pastelitos de boniato o el bollo de San Blas, que forman parte de las celebraciones más importantes del calendario festivo.
En cada bocado hay un vínculo con la historia, desde las antiguas torres de vigilancia que protegían la costa hasta las fiestas patronales que llenan de música y color las calles cada noviembre.
Tapas, plazas y vida urbana
Comer en Benidorm es, también, una experiencia urbana. Tapear en el casco histórico o en los bares modernos es sumergirse en ese ambiente cosmopolita que caracteriza a la ciudad. Los pinchos y tapas no solo son un deleite gastronómico: son el reflejo de una ciudad abierta al mundo, donde conviven costumbres locales con sabores llegados de todas partes de España y Europa.

Mientras disfrutas de una cerveza fría o una copa de vino, el skyline se levanta a pocos pasos como símbolo de modernidad. Esa dualidad entre tradición culinaria y arquitectura vanguardista convierte a Benidorm en un lugar único en Europa.
Fiestas que se saborean
En Benidorm, las fiestas no solo se ven y se escuchan: también se saborean. Durante la Semana Santa o las Fiestas Mayores Patronales, las mesas se llenan de recetas heredadas. En las Hogueras de San Juan, el fuego purificador se acompaña de cenas junto a la playa. Y en las celebraciones de Moros y Cristianos, la gastronomía vuelve a ser protagonista, como lo fue en las épocas de conquista y mestizaje cultural.

Además, la ciudad celebra su pasión por la buena mesa con eventos como las Jornadas de los Arroces o el Concurso de Tapas y Pinchos, donde la cocina se convierte en espectáculo y en un viaje sensorial para locales y visitantes.
Arte, historia y gastronomía: una mezcla inseparable
Visitar Benidorm es dejarse sorprender por sus exposiciones de arte, recorrer las huellas romanas en el Tossal de la Cala, y al mismo tiempo, descubrir cómo todo ese legado se traduce en su forma de comer y de vivir. Su modelo de “ciudad vertical” no solo revolucionó el urbanismo europeo, también potenció una oferta cultural y gastronómica capaz de atraer a viajeros de todo el mundo.

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