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Este es el sonido que más nos distrae del mundo

Un estudio de los psicólogos Rosemarie Sokol y Nicholas Thompson ha analizado cuál es sonido qué más nos distrae cuando estamos concentrados.

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El sonido del tráfico, las obras o algunos vecinos haciendo jaleo, forman parte de nuestra vida diaria y en algunas ocasiones, nuestro cerebro se acostumbra a ellos llegando a pasar desapercibidos a no ser que sean muy exagerados.

La contaminación acústica es un peligro que afecta al bienestar de los seres humanos y otros organismos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define contaminación acústica como aquel ruido que se encuentra por encima de 65 decibelios (dB). Un taladro neumático con 110 dB, el claxon de un coche con 90 dB o estar de 'terraceo' con 100 dB, son algunos de los sonidos a los que nos enfrentamos día a día y que pueden ir haciendo estragos en nuestra salud.

Pero a la hora de realizar nuestras tareas, ciertos sonidos pueden distraernos más de lo normal. Dos psicólogos han estudiado cuáles son los que nos distraen más.

El estudio que revela el sonido que más nos distrae

Los psicólogos Rosemarie Sokol y Nicholas Thompson han publicado un estudio donde determinan que es inevitable distraerse al escuchar a un bebé llorando. Esto tiene su respuesta lógica. El llanto de un niño pequeño tiene unas características sonoras muy concretas tanto por su timbre cómo por su intensidad. Hay que tener en cuenta que, a esas edades, el llanto es la única forma de comunicarse y cualquier variación en este sonido nos hace estar más alertas. Para llegar a este punto se analizaron, junto al lloriqueo, los gritos y las carantoñas todas conocidas como vocalizaciones de apego.

Para el estudio, colocaron a los sujetos frente a problemas matemáticos bajo diferentes distracciones sonoras. Analizaron cuáles de estos problemas se completaban, cuántos errores se cometían y cuál era la proporción entre estos. Entre las distracciones sonoras se encontraban el ruido de una máquina, el sonido de una persona hablando, el silencio y las vocalizaciones de apego, estas últimas interrumpían en mayor medida está situación. Esto se debe a que, independiente de que seamos padres o no, estamos dispuestos a ofrecerle ayuda, aunque sea subconscientemente. Los sonidos son la única forma de comunicación con un bebé, por ello es muy representativo la forma en la que lo hacemos.

En este mismo estudio se observó que todos los participantes trataban de calmar a los bebés usando un tono de voz agudo y más dulce que el habitual. Esto lo hacemos para acercarnos a las características del llanto del pequeño y que así nos identifique como alguien protector.

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