De cara a las elecciones generales, tanto Felipe González como José María Aznar hicieron promesas que finalmente no pudieron cumplir. Es una historia que hemos visto demasiadas veces, nuestros políticos hablan de sus principios como valores inquebrantables pero una vez en el poder, pisada La Moncloa, las ideas y las promesas, que suelen ir de la mano, suele convertirse en papel mojado. El primer ejemplo fue el Gobierno de Adolfo Suárez, que tras prometer fidelidad a las leyes franquistas prefirió elegir el camino acertado, el de la democracia. Nunca una promesa incumplida supo tan bien.