Incluso el Estado y las Comunidades Autónomas están vendiendo su patrimonio para recaudar desesperadamente dinero: sus sedes oficiales, edificios públicos, museos, pabellones… Se ha puesto en venta hasta un parque natural.

A esta lista de bienes que vendemos a precio de ganga se unen nuestros cerebros: los mejores investigadores, que al Estado les ha costado mucho dinero formar, acaban dando su talento en empresas de otros países y emigran ante la falta de perspectivas aquí.