Un restaurante con un dueño muy desubicado, un único empleado que lo hace absolutamente todo, alimentos caducados de hace más de un año, aceite de cocinar en botes de ambientador o una cocina con un nivel de grasa y suciedad que roza lo insalubre, estos son algunos de los horrores que se encuentra Alberto Chicote nada más abrir la puerta del asador 'La cueva de Juan', un restaurante de la localidad valenciana de Paiporta que goza de mala fama y cada vez menos clientes.

Al frente del negocio se encuentra Emilio, un dueño muy singular que gestiona el asador con absoluta dejadez y que se podría calificar de "hombre orquesta", no porque esté en todos los sitios, sino porque en lugar de servir las mesas se pone a tocar al piano, la armónica o la guitarra a ritmo de sus temas favoritos de Julio Iglesias, Camilo Sesto o Isabel Pantoja.

Sin embargo, este espíritu festivo choca diametralmente con la realidad de Carlos, encargado y único empleado de este asador de dimensiones nada desdeñables. En 'La cueva de Juan', Carlos lo hace todo: prepara los platos, cocina, limpia el local, sirve las mesas, recoge al final de la jornada… Y, se lamenta, lo hace sin ni siquiera recibir una palabra de aliento, un sueldo acorde con las horas que trabaja o simplemente una ayuda ante el exceso de trabajo. Pero no puede renunciar, su familia lo necesita y es lo único que tiene. El resultado es un restaurante cargado de tensión, que no funciona y que cada día acumula más y más deudas.

Un encargado multitarea que no da más de sí

En 'La cueva de Juan' las razones por las que el negocio cae en picado no son tan obvias para Emilio y para Carlos, dueño y empleado. Cada uno tiene una versión completamente diferente y esta realidad no ayuda en absoluto a que se pueda solucionar el problema.

Emilio se escuda en que Carlos es demasiado serio y que no sirve las mesas con el desparpajo y la gracia con el que las que él las serviría. Por su parte, el encargado denuncia la enorme carga de trabajo que lleva encima y las interminables jornadas que ha de trabajar para poder hacer las tareas que tiene encomendadas, además del despotismo de Emilio, su absoluta dejadez, su falta de preparación y su manera de mirar a un lado ante los problemas.

El desinterés de Emilio es tal que Carlos afirma haberse tenido que llevar trapos y manteles a su casa para lavarlos allí, tarea que pertenece en absoluto a las de un empleado.

Estas diferencias, una vez salen a la luz provocarán un duro enfrentamiento entre ambos, cargado de gritos, insultos y provocaciones físicas que Alberto Chicote intentará sofocar para evitar males mayores.

El restaurante se hunde y amenaza por llevarse por delante a Emilio y a Carlos. La llegada de Pesadilla en la cocina es la única oportunidad para abrirle los ojos al dueño e intentar hacerle cambiar de actitud para que tome las riendas del negocio. ¿Logrará el chef templar los ánimos y convencer al dueño de 'La cueva de Juan' de que asuma sus responsabilidades y empiece a tomar decisiones razonables?