El perfil de José Bretón, no varía mucho de un escenario a otro. De mirada estática, gestos hipercontrolados y con ese andar casi robotizado. Esta actitud hace casi imposible leer una emoción en su rostro e intuir qué es lo que piensa.

Pero sí podemos saber cómo funciona su cerebro gracias a un electroencefalograma, una prueba con al que se puede medir la actividad cerebral, es decir, cómo se conectan las neuronas. El acusado José Bretón ha pasado por esta prueba.

Se le colocó una malla con 19 electrodos para que todo quedase monitorizado. Así consta en el informe al que ha tenido acceso Más Vale Tarde. Ahora tiene 41 años, pero la prueba cuando tenía 39 años, el 1 de diciembre de 2011, tan sólo 53 días después de desaparecer sus hijos.

Bretón estaba totalmente despierto, superó con normalidad una hiperventilación y una ráfaga de destellos luminosos. El diagnóstico fue de "actividad fundamental dentro de los valores normales", por lo que todo estaba normal en su cerebro.

Este informe impedía en el juicio alegar una patología cerebral, por lo que Bretón limitaría enseguida las exploraciones psicológicas y psiquiátricas. El último año y medio no ha pasado ninguna, pero hay una hoja clave en su historial.

El día que ingresó en prisión, 21 de octubre de 2011, los hijos de José Bretón llevaban solo 13 días desaparecidos y había que determinar el riesgo de suicidio. Y atentos porque el protocolo se pone en marcha si en este test rápido suma 9 puntos. Bretón tenía ya 3 solo por el delito de ingreso, pero todo lo demás eran ceros, en posible depresión, trastornos psicóticos, ideas recientes de suicidio.

Bretón omitió contar el que vivió 15 años atrás por una supuesta ruptura sentimental. Pero más allá, niega haber perdido a un familiar recientemente. Aun así, pese a no cumplir los requisitos, Bretón entra en el programa de prevención de suicidios, por lo que se tiene en cuenta su estado de ánimo y las noticias que pueda recibir del exterior.

Y así pasa los días en la prisión cordobesa de Alcolea, con picos de ansiedad, insomnio y cierto trastorno adaptativo. Bretón comparte celda, vigilado muy de cerca por los presos de confianza. Hasta que el 29 de enero sorprende a todos cortándose con una cuchilla en el brazo, antebrazo y hombro izquierdo.

Apenas cuatro puntos de sutura, algo que pilló a todos por sorpresa. Quizás porque ninguno sabía realmente qué había detrás ese andar casi robotizado, esos gestos hipercontrolados y la estática mirada de Bretón.