El mecanismo es sencillo: un imán en forma de hoja que se adhiere a la matrícula del coche y evita que los radares de velocidad puedan fotografiar la totalidad de la matrícula.

Se trata de un artilugio que proviene de Bulgaria y que incorpora un mando a distancia que al pulsarlo hace que la hoja caiga como si no hubiera pasado nada.

La Guardia Civil de Tráfico ha señalado que no tiene conocimiento de que haya habido ningún caso similar en España.

Lo cierto es que cualquier alteración hecha a propósito sobre la matrícula puede costar 6.000 euros de multa y 6 puntos del carné de conducir.