Es considerada la Capilla Sixtina del arte rupestre y podremos seguir apreciándola de cerca al menos hasta el año que viene. El patronato del Museo de Altamira ha dado luz verde a que continúen las visitas experimentales hasta febrero de 2015.
El estudio sobre el impacto de los visitantes en las pinturas de 15.000 años de antigüedad no detecta relación entre la presencia de turistas en la cueva y su deterioro. En febrero de este año comenzaron las investigaciones para comprobar si el ser humano influía negativamente en la conservación de las obras, tras 12 años cerrada al público, cinco privilegiados han podido visitar la cueva cada semana.
Elegidos al azar entre los visitantes del museo aseguran que es una experiencia única. “No hay palabras para explicarlo, es muy emocionante”, asegura uno de ellos. Eso sí, viajar a la prehistoria durante unos instantes requiere estrictas medidas de seguridad, los pases no superan los 37 minutos y hay que entrar con mono desechable, gorro, mascarilla y calzado especial.
En estos ocho meses, se han estudiado los cambios de humedad ante la presencia de visitantes y las variaciones de temperatura, tan solo 0, 22 grados de diferencia. La conclusión, la cueva vuelve a la normalidad solo dos horas después de las visitas. Los verdaderos enemigos de las pinturas son los microorganismos, el dióxido de carbono y las filtraciones de agua.
Procesos naturales que intentarán controlar con nuevos métodos en los accesos y sistemas de ventilación. Todavía habrá que esperar unos meses más para saber si por fin, los bisontes más famosos de la historia del arte vuelven a estar disponibles para el disfrute de todos.
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