"Estaban tirando tiros y nos fuimos a buscar un escondite. Encontramos un escondite, donde nos metimos, en un cuarto de los trastos, y ahí nos quedamos hasta que ha venido la Policía. Han abierto la puerta y nos han visto", ha explicado Juan Carlos, superviviente del atentado de Túnez.

Cuenta su vivencia con tranquilidad, pero él y su mujer Cristina, embarazada de cuatro meses, han pasado las peores 22 horas de su vida. El miedo les impedía salir de su escondite en el museo del Bardo.

No olvidarán nunca lo que presenciaron. "Nosotros estábamos en el hall y entonces empezamos a escuchar cómo estaban tirando disparos y vi yo cómo un señor entraba en el hall corriendo y caía abatido por los disparos del terrorista", cuenta.

Fue entonces cuando encontraron una habitación pequeña, y allí, agazapados y en silencio, escucharon la matanza. "Escuchamos dos pasajes de disparos. Primero uno que iban supongo que matando a la gente y luego es cuando ya supongo que vino la Policía, tiró dos bombas para ir ahí de frente hacia ellos, y finalmente parece que se hicieron con dos y a uno lo arrestaron", recuerda.

Pero no salieron de su escondite. Fuera había mucha gente que hablaba en árabe. Pensaban que los terroristas seguían ahí fuera. "Y nosotros pues nada, nos pensábamos que estaban ahí, aún seguían los terroristas, porque se escuchaba mucho ruido y no vas a salir si piensas que están ahí".

"Hacían ruido, que hablaba en árabe y subía y bajaba, para aquí para allá y entonces pensábamos que eran terroristas. Abrían y cerraban puertas como si desmontaran cosas, y al estar encerrado y no ver nada te imaginas mil cosas".

La pesadilla terminó 22 horas después, cuando la Policía tunecina, después de toda una noche de búsqueda dio con el cuarto de los trastos. "Estábamos ahí ya, con la libertad y ha sido bestial".

"Estamos muy bien. Nos han atendido muy bien, tanto en el Hospital como en la Embajada Española, donde estamos ahora. Mi mujer está perfecta. La han llevado al ginecólogo después de estar en el control de urgencias".

Tardarán un día en llegar a Sueca, el pueblo donde viven en Valencia. Cristina es enfermera y Juan Carlos trabaja en una empresa de terapias a domicilio. Ahora sólo quieren descansar y olvidar el peor episodio de su vida.