José María Ruiz Mateos usa un lenguaje casi de otra época cada vez que decide darle un plantón a la justicia. “Así me ajusticien en plaza pública o me lleven a la picota del descrédito y la trampa permanente, haga lo que haga, me quedo en esta casa que no es mía esperando que me detengan”, sostiene.

"Reitero que no iré a Sevilla a declarar porque no creo en la Justicia y, si la hubiera, ni en su honorabilidad.  Lo único que puedo aguardar en este maravilloso país tomado por sinvergüenzas de la política, la banca y la judicatura", expresa.

Pero lo que ayer eran palabras, hoy se han convertido en hechos. La juez Mercedes Alaya le dio como límite a las 11 de la mañana del miércoles para comparecer por el caso de los ERE fraudulentos, pero él no se ha presentado.

Por un lado se apela a la salud para esquivar la orden de la magistrada. El portavoz del empresario, Ignacio Fernández Candela: "No va a ir a declarar. No tiene salud para hacer el viaje a Sevilla y permanecerá en la casa familiar de Somosaguas", afirmó.

El empresario de 82 años hasta se dejó grabar para mostrar sus impedimentos físicos. Pero los mismos labios que hablan de enfermedad, pronuncian otra palabra, otra justificación: no es que no pueda, es que no quiere.

Lo cierto es que Ruiz Mateosavisó a la juez de que podía esperar sentada. Ayer mismo hacía llegar su reflexiones a los medios de comunicación: "31 años es tiempo de sobra para que cualquier juez decente hubiese investigado el robo de un patrimonio que me pertenece y con unas migas de mi trabajo empresarial y financiero ya estarían resueltos los problemas actuales y satisfechos los pagos a inversores".

Así que, 31 años después, el empresario tampoco ha querido ir a declarar. Pero esta no es la primera vez. Hace una semana fue citado junto a su hijo Zoilo. El hijo fue y declaró que los ‘negocios’ los llevaba su padre, pero el padre no se presentó.

El 28 de agosto de 2012 fue arrestrado en su domicilio madrileño por igonar la citación del Juzgado de Palma que investigaba un supuesto delito de estafa en la venta de un hotel balear.

En aquella ocasión, el empresario dio calabazas a la justicia hasta en tres ocasiones. Ahora van dos y, de momento, la juez Alaya no ha dado la orden de detención. Quizá, como entonces, a la tercera vaya la vencida. Y, quizá, como entonces, Alaya haga como la juez María Pascual y acabe dejándole en libertad por razones “humanitarias”.