En una semana el fútbol español ha tenido que sonrojarse en dos ocasiones. Pero ¿qué más tiene que pasar para que acciones así tengan que ser castigadas? Según el código disciplinario: "Lanzamientos que perturben el desarrollo del encuentro, tiene un castigo entre uno a tres partidos de cierre del estadio y 3.000 euros de multa".
Pero no es la primera vez que acciones así se quedan impunes. Hace seís años el linier Egido Rozas recibió un monedazo en Mestalla. El partido se terminó por disputar a puerta cerrada. Valencia fue multado por 6.000 euros, pero no se clausuró el estadio. Dos partidos, un millón de pesetas para el Athletic Club por un petardazo al portero del Zaragoza. Esa misma temporada 96-97,un mecherazo provocó una brecha con una multa de 500.000 pesetas. Y también en el Camp Nou, un cochinillo que dio la vuelta al mundo en 2002, la sanción nunca se llegó a cumplir. En 2008 un botellazo dio al portero del Athletic Club, acabó con 9.000 euros de sanción y dos partidos de suspensión para el Betis.
Con todos estos accidentes ¿la seguridad de los estadios es la correcta? En un vídeo grabado, se puede ver a un aficionado que se enfada con el árbitro y le lanza un perro desde las gradas, ocurrió en Almería en un partido de juveniles. Es muy dificil cómo puede aparecer una moto en el campo del Inter del Milán, pero más aún que la bengala de un aficionado acabe con la vida de un niño de trece años en 1992, en el estadio del Espanyol. Muchos son los casos que han quedado impune o con sanciones ridículas. Por eso la pregunta sigue siendo la misma ¿qué más tiene que ocurrir?.
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