Llegar al punto de no retorno y volver. Es el objetivo de dos científicos estadounidenses. Nos colamos en quirófano. No se apuren, sobre la camilla, un muñeco. Con él simulan una situación real de emergencia. Cuando un paciente llega sin pulso, sin actividad cerebral y con el corazón parado.
Es una aparente situación sin retorno, pero unos científicos trabajan en una técnica revolucionaria. Según uno de ellos, a día de hoy podría dejar en pausa un estado casi letal. Pongan por ejemplo una situación de guerra, con un herido de bala al que hay que operar in extremis.
Es a lo que se enfrentó también cada día otro de los cirujanos. Entre los dos buscaron una solución para poder operar sin perder al paciente. Su técnica es aparentemente sencilla: mezclan agua y sal parar lograr una solución salina que luego inyectan muy fría a través de la aorta, directa al corazón, mientras por otro lado, extraen la sangre del cuerpo.
El fin es lograr un efecto de congelación, a unos diez grados de temperatura y aseguran que así ganan entre cinco minutos y hasta dos horas para poder operar. Luego hacen el proceso contrario y, aseguran, el paciente recupera su tono rosado. Recupera su ritmo vital.
Aunque de momento solo lo han probado en un muñeco y en animales. Lo mismo que ya en los años 40 aseguraban haber logrado con un sospechoso vídeo en la Unión Soviética. Pero nadie lo ha conseguido en humanos.
Es el siguiente paso de estos científicos, a los que ya les conocen como los resucitadores. Ahora, financiados por el departamento de Defensa, buscan personas. Sea como fuere, están lanzados. Se agarran a que no es la primera vez que la ciencia supera la ficción.