Antonio Ortiz siempre actuaba con el mismo modus operandi para atacar a sus víctimas. Estudiaba a todas ellas, conociendo sus nombres y sus rutinas. Actuaba en su zona de seguridad, nunca demasiado lejos de su guarida sin tener prisa, e incluso si se sentía amenazado abortaba el ataque.

La primera agresión se produjo el 11 de abril. La víctima, de nueve años, jugaba con unas compañeras de colegio, cuando entraron en una tienda de chucherías. A los pocos minutos, las compañeras regresan solas y dicen que un hombre se ha acercado a ellas y ha llamado a la víctima por su nombre diciéndola "ven que te voy a probar unas ropas, que te voy a poner unos trajes de modelo que tu madre lo sabe y yo la conozco".

La menor accede y el agresor le dice a las amigas: "esperaros aquí cinco minutos que ahora vuelvo". Sin embargo, la pequeña ya no volvió. El pederasta drogó y agredió a la niña en su guarida, una guarida que la menor recordó de forma casi fotográfica.

La segunda agresión tuvo lugar el 17 de junio. Una niña china de cinco años jugaba a pocos metros del comercio de sus padres cuando fue secuestrada. Tras el ataque, dijo que el pederasta le había dado una pastilla, la había duchado e incluso aportó datos de la vivienda.

La tercera agresión fue el 22 de agosto. Una niña de origen dominicano se separa de sus compañeros de juego y el pederasta se acerca a ella diciéndola "vente conmigo que le vamos a dar una sorpresa a tus abuelos".

Ella acepta la invitación, él le tapa la boca y la mete en su coche. El agresor la ataca en el vehículo, ya que no tiene su guarida disponible. Posteriormente, la pequeña reconoció muchos de los lugares por donde pasaron e hizo una descripción muy precisa de su atacante, de la toalla que llevaba y de la bolsa de deportes. Fue el principio del fin de Antonio Ortiz.

Si no lo veía claro, el pederasta renunciaba al ataque. El 11 de julio intentó atacar a una menor. La menor, de 7 años, va a comprar patatas cuando se encuentra al agresor en un semáforo. El hombre simula hablar por teléfono con el padre de la niña diciendo "ya está conmigo, ya la he encontrado, yo la acompaño a casa".

La pequeña, que lleva las llaves de su casa colgadas al cuello, entra en su vivienda con su agresor. Allí, él la obliga a desnudarse y ducharse, pero ella se niega. "Ya soy mayor para hacerlo sola" dijo ella. Cuando salió del baño el agresor ha desaparecido.

Un mes después, el agresor lo intentó con otra menor que jugaba con su hermano en un parque cerca de un bar. El hombre llama a la niña por su nombre y le dice: "conozco a tus padres, tienes que venir conmigo al coche". Los pequeños, asustados, vuelven al bar cogidos de la mano.

Por último, a finales de agosto, intenta engañar a una niña de 8 años que sale de una tienda de Coslada donde había comprado pan para su madre. Se para a su lado con su vehículo y le pide que suba al coche, aunque la niña no accede.

El sumario del pederasta de Ciudad Lineal describe a un cazador de manual: acecha, merodea, engaña y agrede a sus víctimas.