Alberto de la Fuente estuvo metido en una caja durante 290 días. El empresario fue secuestrado en México. Le pararon en una carretera. Él pensó que se trataba de un control policial. Pero no. Una banda armada le colocó esposas, gafas oscuras y cascos con música y le llevaron a una caja donde pasó todo el secuestro.

Durante todo ese tipo estuvo escuchando música de narcocorridos. Solo las primeras noches le pusieron música clásica. Tal y como desvela Manu Marlasca, el secuestrado no escucho ninguna voz humana. La comunicación con los secuestradores era a través de notas. Además, permanecía vigilado en todo momento a través de los cuatro agujeros de las paredes de la caja.

En el mismo habitáculo le colocaron una nevera de camping para que hiciera sus necesidades, que recogían una vez al día. Al entrar los secuestrados iban vestidos con trajes bacteriológicos blancos. La negociación debió ser larga, pues le fueron retirando las comodidades. Su gran miedo fue que le mutilaran alguna parte del cuerpo para enviarla como prueba de vida a su familia.