Golda Meir, una figura imponente en la política israelí, lideró con firmeza en tiempos tumultuosos. Antes de su cargo, sostenía que Palestina carecía de identidad antes de la Primera Guerra Mundial, argumentando que "judíos y árabes coexistían como uno solo". Meir asumió el cargo de primera ministra a los 70 años, enfocándose en la creencia de que los árabes "ya tenían suficientes tierras".

Durante su mandato, la masacre de Múnich marcó un punto crítico. Como respuesta, Meir desató la 'Operación Cólera de Dios', violando la legislación internacional en una decena de asesinatos selectivos en represalia. Afirmó que Israel era suyo por "derecho histórico" y se negó a perdonar a quienes pusieron en peligro a los israelíes.

Sin embargo, su gestión de la guerra del Yom Kipur fue su perdición. A pesar de las advertencias, Meir no se preparó adecuadamente, resultando en más de 2.700 bajas israelíes. Finalmente, dimitió asumiendo la responsabilidad, poniendo fin a su carrera.

A pesar de los tropiezos, Meir dejó un legado duradero. Fue la "madre" de Israel y forjó una sólida relación con Estados Unidos. Su habilidad para hermanar a israelíes y estadounidenses perdura, mostrando que, a pesar de sus controversias, Golda Meir dejó una marca indeleble en la historia de Israel.