En ‘La Victoria’, sólo un preso se atreve a pisar esa parte de la cárcel donde ha conseguido acceder el equipo de ‘Encarcelados’: Francisco, de La Carolina, Jaén,  de 59 años. En un primer momento no aclara a qué se dedica en España. Tiene una condena de siete años. Lleva dos años y tres meses ya cumplidos. Está condenado por tráfico de drogas. Es diabético e hipertenso, unas enfermedades que tuvo en cuenta el juez que le juzgó. Por ello, cumplirá tres años y medio en La Victoria y tres y medio fuera.

Para él, ‘La Victoria’ no es una cárcel, es un campo de concentración. El preso español recluta a varias personas, a una cuadrilla para que protejan a Alejandra Andrade y al resto del equipo. Francisco se ha ganado el favor de asesinos y traficantes. Les confía su seguridad las 8 horas que estarán en la cárcel. Así, se introducen en el conocido como ‘túnel’ donde apenas se puede respirar ya que la temperatura supera los 45 grados.

En el túnel se ve como una especie de mercadillo. Los presos tienen puestos de comida y ropa para reinsertarse en la sociedad. Todo lo prohibido circula sin restricciones. Las mercancías llegan de fuera previo pago a la policía primero y a los proveedores después. Dentro, los presos tienen móvil ilegal para comunicarse y además se hace negocio con el bien más preciado: la comida.

Un bien por el que lucharán muchos encarcelados sobre todo a la hora de comer. El momento de mayor tensión en la zona más conflictiva de la cárcel. Los hombres de Francisco escoltan al equipo para entrar al comedor. Comen casi 2.000 y pico, el resto se tienen que buscar la vida. No hay comida para todos. El menú es arroz con habichuelas y un cocido de carne de vaca hecho por presos voluntarios, condenados por homicidio.