Allí, en el Pazo de Meirás, Franco tenía su propia capilla, y se llevaba el trabajo hasta en su periodo de vacaciones, pues qué mejor lugar para celebrar un Consejo de Ministros. Después del dictador, la residencia se la quedó su hija. Carmen era la única que realmente disfrutaba del pazo en agosto.
Su familia solo se acercaba unos días para verla. Por eso, ahora, después de su muerte, lo han puesto a la venta por ocho millones de euros. El BNG ha protestado por ello en Santiago, y en Sada, el pueblo más cercano, la mayoría de los vecinos están que trinan. "No deberían estar vendiéndolo. Sus propietarios son los gallegos", coinciden los vecinos del municipio.
Pero la venta no es seguro que se realice. A petición del Ayuntamiento, se va a reunir la Comisión de Expertos del Pazo creada por la Xunta para determinar cómo puede pasar a manos públicas sin pagar un duro por él. "Ejercer una acción de nulidad de la compraventa realizada en 1941 porque creemos que fue totalmente fraudulenta y ficticia", denuncia Benito Portela, alcalde de Sada.
Un inmueble donado a Franco, según un documento, y arreglado con el dinero de los vecinos. A los dueños, herederos de Emilia Pardo Bazán, ni siquiera se les permitió sacar sus cosas, y parte del legado de la escritora fue destruido. Es el precio del primer pelotazo del dictador que seguimos pagando.
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