Aficionado al culturismo y a las artes marciales. Así le describe Interior, y también las fotos que él mismo cuelga en su perfil de Facebook desde noviembre de 2013. Casualmente, empezó a publicarlas en la fecha en la que se conoció el primer caso de secuestro de una menor.
El presunto pederasta de Ciudad Lineal es un hombre de 42 años, divorciado y con un hijo de 17, obsesionado con el culto al cuerpo. Tanto, que una de las primeras cosas que hizo al llegar a Santander fue apuntarse a un gimnasio.
Pagó la cuota de un mes, hace tan solo diez días, cuando fue acompañado de su tío. Preguntaron por las horas del día en las que encontrar menos gente, por eso entrenaba en estas mismas máquinas a medio día.
En Santander siguen masticando la noticia de la detención. Era el delincuente más buscado y vivía entre ellos. La misma sensación se respira entre los vecinos de las dos viviendas de Hortaleza que registra concienzudamente la Policía acompañada del presunto pederasta.
Un hombre corpulento, con una buena apariencia que le facilitaba su acercamiento a las niñas, a las que elegía de pequeño tamaño. Y antecedentes por secuestros, detenciones ilegales, robos con violencia, con fuerza y violencia de género y ya condenado a 9 años de prisión por detener y agredir sexualmente a una niña de 6 en los años 90.
Pero el juez le concedió el tercer grado en 2006. Dos años antes de cumplir la condena íntegra, tras detectar una mejora en su comportamiento. En Madrid es más complicado encontrar el entorno del expresidiario.
Además de a la compraventa de vehículos, Antonio Ortiz se encargaba de cobrar deudas, y de gestionar la venta o alquiler de dos pisos.
Tras ser detenido, hizo el viaje hasta Madrid en completo silencio. Y una vez en el calabozo asumió un mantra: "No sé qué hago aquí". Lo ha repetido a cada visita policial, en las que se ha mostrado poco colaborador y con actitud chulesca. Lo primero que hizo al llegar a la celda fue tumbarse en el camastro y después cenó y durmió bien.
Ahora lo denunciaría
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