Ficción demasiado real

El miedo a no distinguir qué es real ya está aquí: la inteligencia artificial inunda las redes con vídeos falsos

El contexto Este fin de semana, las redes se han llenado de vídeos generados por inteligencia artificial —gatos que salvan bebés, osos echando pulsos— tan realistas que muchos los han compartido creyendo que eran de verdad. La línea entre lo real y lo inventado nunca había estado tan borrosa.

El miedo a no distinguir qué es real ya está aquí: la inteligencia artificial inunda las redes con vídeos falsos
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Si este fin de semana has pasado un rato en redes, seguro que te ha aparecido alguno de esos vídeos que parecen sacados de un sueño: un gato que salva a un bebé de un oso, un guepardo corriendo junto a un atleta, o un oso bailando con Stephen Hawking.

Y sí, lo pensamos todos: qué ternura, qué locura, qué maravilla de Internet. Hasta que alguien te dice: "No es real, lo ha hecho una IA". Y entonces pasa algo: se te escapa una sonrisa incómoda. Porque ya no sabes si reírte… o preocuparte.

Estas imágenes no son simples bromas visuales. Son la prueba de que el miedo a no distinguir qué es verdad y qué no ya ha llegado. Ese miedo del que tanto se hablaba, el de un mundo donde los vídeos, las fotos y hasta las voces pudieran mentirnos sin que nos diéramos cuenta.

Hasta ahora era una posibilidad. Este fin de semana, se ha hecho viral. Las redes se han llenado de pequeños cuentos digitales: había una vez un gato tan listo que atracó una pescadería y salió triunfante. Otro que se enfrentó a un oso para salvar a un bebé. Y un niño que compartía caramelos con un oso como si fuera su amigo del parque.

Todo generado por inteligencia artificial. Tan perfecto, tan emocional, tan bien contado… que muchos lo han creído real.

En teoría, deberíamos reconocerlos. Las plataformas que crean estos vídeos —como Sora o Higgsfield— incluyen marcas de agua, pequeños avisos, pistas visuales. Pero cuando el vídeo se recorta, se comparte, se difunde 1.000 veces, esos detalles desaparecen. Y ahí es donde empieza el problema: cuando lo falso se disfraza de verdad y lo creemos sin pestañear.

Hace años pensábamos que la gran amenaza de la inteligencia artificial sería que nos quitara el trabajo. Pero quizá la verdadera amenaza era otra: que nos robara la certeza. La certeza de mirar algo y saber qué estamos viendo. La certeza de confiar en una imagen. La certeza de distinguir la realidad del cuento.

Y lo más inquietante es que, aunque sabemos que es mentira… nos gusta. Nos encanta ver lo imposible. Nos fascina cruzar esa frontera borrosa donde la magia y la mentira se mezclan.

Así que sí, el miedo a no saber qué es real o no ya está aquí. Y lo peor es que ha llegado disfrazado de algo adorable: un gato que salva a un bebé de un oso.

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