Fernando Iglesias Espiño mató a su mujer Mari Nieves una noche de 1996 a golpes, con una piqueta de obra que acababa de comprar. Después asesinó a su propia hija, Noelia, de 18 años, que estaba viendo la tele. Fernando, su otro hijo, de 12, dormía en la habitación. También acabó con su vida.

"Ella no pudo llegar a denunciar los malos tratos y los abusos sexuales hacia los dos niños, por motivos de amenazas de cortarle el cuello", señalaba Manuel Gil, el hermano de Mari Nieves. "A mí me ha amargado la vida, también a ella, al hermano y a la mujer", explicaba Gregorio Reyes, el novio de la hija, fechas cercanas al asesinato.

Fue condenado a 54 años, que se quedaron en 25. Lo extraño es que llevaba desde 2015 saliendo en tercer grado, sin dar problemas. "Llevaba unos diez fines de semana sin ningún tipo de incidencias", explica Roberto González, secretario General del Sindicato Superior de Policía de Galicia.

"Era un preso bien adaptado, correcto a la disciplina penitenciaria y que terminaba su condena en 2021", añade Concepción Rey, responsable del sindicato CSIF. "Ha extrañado que una persona que terminaba su condena en tres años se comprometa de esta forma", argumenta Fernando González, subteniente de la Guardia Civil.

Sólo en los tres primeros meses de 2018, 93 presos han quebrantado sus condenas. De ellos, solo dos se fugaron, durante un traslado a los juzgados. El resto, 91 simplemente aprovecharon un permiso para no volver más y desaparecer. 91 presos, en solo tres meses. Los tres últimos en desaparecer, dos condenados por asesinato y uno de ellos, además, por violación.