Casada con un policía nacional, Julia aguantó los golpes y los malos tratos hasta que ya no pudo más. “Lo peor que recuerdo son las bofetadas que me ha dado, los tazones de leche con café tirados a la cabeza y que si no salía de casa por mi propio pie, lo haría con un tiro en la cabeza”, cuenta. Cuando consiguió dejarle, apenas le quedaba un poco de autoestima y unos euros para dar de comer a sus hijas.
Conseguir trabajo fue clave para devolverle el paso firme. Ana Muñoz, directora de la ‘Fundación Integra’ afirma que “ellas creen que estando con el maltratador, sus hijos y ellas comen y tienen un techo”. “Por eso, salir de casa es una decisión dificilísima y muy valiente”, añade.
Como Julia, más de 350 víctimas de violencia de género han encontrado trabajo este año gracias a la ‘Fundación Integra’. Su labor es cambiar un currículum con el estigma de "maltratada" por el de "superación". “Nos tratan por igual, no nos miden por ser víctimas de violencia de género, nos aprecian como personas y todo lo que podamos dar en el trabajo lo valoran”, señala una de las trabajadoras que fue víctima de maltrato.
Solo la persona que selecciona al personal conoce los antecedentes de violencia machista. El anonimato permite que sus jefes valoren únicamente su trabajo y no las huellas de los golpes que han recibido. César López, seleccionador de personal de ‘PSA-`PEUGEOT-CITROEN’ destaca que “no se trata de contratarlas por pena, sino de formarlas e integrarlas en la realidad”.
Muchas mujeres se niegan a que la violencia de género siga marcando su futuro y quieren que sus casos sirvan de ejemplo. Gracias a su esfuerzo y sus ganas de salir adelante, han conseguido dejar atrás la sombra del “tú no vales nada”. Una de ellas hace una petición: “Que las víctimas no aguanten, que den un portazo y dejen todo atrás. No hay que agachar la cabeza”.