Aina nació con insuficiencia renal y con tan solo diez años ya se había sometido a diálisis y a dos trasplantes fallidos. No podía llevar una vida normal, como recuerda, se encontraba "fatal" y todo lo que quería era dormir.
Entonces, el hígado también dejó de funcionarle y se hizo urgente un nuevo trasplante, pero esta vez doble. Eran las Navidades de 2018, así que cuando en plena cabalgata de los Reyes Magos Aina se encontró frente a frente con Baltasar, tenía muy claro que iba a pedirle. Para ella, un riñón y un hígado; para su amigo, un corazón.
Su deseo ya estaba en marcha y a la una de la madrugada de esa noche de Reyes llegó la llamada que tanto habían esperado: había un donante y tenían que ir al Hospital Vall d'Hebron. El día seis de enero entró en quirófano y todo salió muy bien.
La pequeña Aina y su madre, Jèssica, hablan de "magia pura". Una "magia" que permite que 20 niños y niñas como ella reciban un trasplante renal o hepático al año en ese mismo centro.
Pero estos procedimientos solo son posibles gracias a los donantes, y en eso España lidera los ranking. Como explica Jesús Quintero, responsable de la Unidad de Hepatología y Trasplante Hepático Pediátrico del Vall d'Hebron explica que somos el país del mundo que tenemos una ratio de donación más alta, "algo más de 42 donantes por millón de habitantes".
Y a pesar de todo, no son suficientes para dar una segunda oportunidad a todas las personas que esperan un trasplante. Es por eso que desde hace un tiempo se estimula la donación de donante vivo. "Se estudia a los papás de los pacientes infantiles, algo que hacen los nefrólogos de adultos, para que estos niños puedan tener su primer trasplante de una persona más similar a ellos", explica la nefróloga pediátrica Marina Muñoz. Este procedimiento ayuda a reducir el riesgo de rechazo y a alargar el tiempo entre trasplante y trasplante.