Ya llevaban varios días ensayando, aprendiendo quién era qué y cuál era su función, pero cuando llegó la hora de la verdad, el momento tan ansiado, el pequeño Álvaro (nombre ficticio para salvaguardar su identidad), un escolar de 3 años que andaba con sus compañeros en su clase en Tui (Pontevedra), estaba enfadado. Y eso no atendía a razón alguna.
Daba igual que estuvieran fuera del aula, al aire libre, por la visita de Felipe VI y Letizia a su colegio. Daba igual que estuvieran celebrando la recepción del premio a la Mejor Escuela de España 2020 por parte de la Fundación Princesa de Girona. Daba igual que estuviera a la misma altura que el Rey, que se percató de su rabieta y bajó a hablar con él frente a frente; o que también acudiera la reina, a ver si le hacían cambiar de parecer. Nada.
Y el niño gallego así lo mostró: ante su enojo, natural en cualquier menor de su misma edad, nada cabía. Su familia más cercana, en conversación con laSexta.com, así lo explica, entre sonrisas: “No había ni niño republicano, ni niño que no quería saludar a los Reyes. Tenía una rabieta y no quería saludar a nadie. Estaba, sencillamente, enfadado”.
La historia real es tan sencilla como imaginable. El pequeño, ataviado con su chaquetón marrón ante las inclemencias del tiempo, estaba desarrollando una actividad en un taller al aire libre junto a sus compañeros, dentro del aula de Baldráns que conforma una de las sedes del Colegio Rural Agrupado (CRA) Mestra Clara Torres, en el concello de Tui, y se había apartado. No quería participar.
“Habían estado trabajando por talleres, se fue al recreo y después, a la vuelta del recreo, retomaron con los talleres, y ahí se produjo el momento. Ya estaba enfadado previamente”, explican fuentes familiares de Álvaro, que andan algo consternadas con la repercusión de las simpáticas imágenes.
A sus ojos, era tan sencilla la situación que no entienden el revuelo. “El niño, muchísimo antes de la llegada de los Reyes, tenía una rabieta. Probablemente, porque estuviésemos con los tiempos más controlados, invadimos su universo personal para hacer otra cosa distinta”, arguyen.
"Está aprendiendo a canalizar sus preferencias"
“Están aprendiendo a canalizar sus preferencias, midiendo sus iniciativas”, comenta una profesora, que conoce al niño Álvaro desde que nació porque ya le había dado clase, previamente, a sus hermanos. En Baldráns, parroquia perteneciente al municipio de Tui, viven algo menos de 500 personas, según el censo de 2019, y todos se conocen.
Puede que, precisamente, por eso, la familia “está desbordada y disgustada”. Las imágenes se han hecho virales y están preocupados por “el confort y el bienestar emocional del niño”. “No han sido día nada fáciles. En un primer momento fue una anécdota, pero ya hay vídeos por Galicia con doblaje por debajo, y eso te repercute, porque te sientes culpable de la reacción de tu hijo, y que le puedan decir algo”.
"Sabía quiénes eran los Reyes y para qué sirven, y que no son los Reyes Magos"
La profesora, amiga de la familia, insiste en que el pequeño Álvaro “no fue consciente”, a pesar de que llevaban trabajando desde el centro la visita desde el arranque del curso escolar. “Sabían que venían los Reyes, no los Reyes Magos. Sabían que eran ellos, los conocían, sabían sus funciones y para qué sirven y les ponían cara. Lo sabían todo los niños porque se ha trabajado en el aula y para eso están los docentes”.
“Trabajamos el contexto social en el aula. Son personas e instituciones que deben ser visibles para todos, y especialmente para los niños. Los Reyes, el conselleiro de Educación, el presidente de la Xunta”, enumera. Así, aprovecharon la visita para recordar cómo se articula el Estado y quién es responsable de qué: “las tablets y los ordenadores los pone el conselleiro, y a él le saludamos y se lo explicamos”.
No es algo extraño en la actividad docente del Mestra Clara Torres, habituados a visitas de responsables municipales o del entorno como el jefe de cocina del Parador de Tui para que les explique la comida ecológica, o el panadero de la zona para ver cómo se hace el pan. “Los niños son conscientes. Las instituciones municipales forman parte de su vida porque hacemos visible ese contexto social”, comentan.
Quien no era muy consciente era el pequeño Álvaro, que ha protagonizado una anécdota para toda la vida y de la que, más pronto que tarde, todos guardarán un agradable recuerdo.
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