Eran las 22:00 horas del 14 de marzo cuando la gente se asomó a las ventanas para aplaudir al personal sanitario por primera vez. Pedro Sánchez acaba de anunciar el estado de alarma y aquella era la manera de agradecer su esfuerzo.

Han pasado dos meses y los aplausos ya no son lo que eran. Ahora que se vislumbra el horizonte, parece que se deshacen los lazos imaginarios que se habían creado de ventana a ventana. Incluso circula por redes una convocatoria para dar el aplauso final el próximo domingo a las 20:00 horas.

Aplaudíamos al personal sanitario porque estaba salvándonos la vida, pero ahora que la que la curva ha descendido comenzamos a olvidarnos de su esfuerzo, ¿es esto una muestra simbólica de que se les vuelve a dejar de lado?, ¿se ha evaporado ya la ola de solidaridad que llegó en apariencia con el coronavirus?

Los aplausos: una respuesta emocional

Para José Ángel Bergua, catedrático de Sociología y director del estudio sobre la 'Percepción Social del Covid-19', la razón del descenso de los aplausos se debe a que estos fueron fruto de "una reacción histérica que partía de la imitación de lo que pasaba en Italia y luego se apagó". Los movimientos sociales son así, explica el sociólogo, "tienen ese carácter explosivo: de repente aparecen, nunca se sabe muy bien como, y luego, sin que nadie sepa por qué, desaparecen".

Es posible que los aplausos hayan perdido fuerza porque solo formaban parte de un momento de emotividad concreto, "ahora que parece que el adversario no nos ataca tanto, recuperamos las conductas habituales", asegura por su parte Vanessa Fernández, doctora en Psicología y docente de la Universidad Complutense.

Aplauso a los sanitarios durante el confinamiento en la primera ola

Lo grave es que el de aplaudir no es el único gesto que se retira. También han desaparecido otros símbolos de solidaridad con nuestros sanitarios.

María José se trasladó a Madrid para trabajar como auxiliar de enfermería en una residencia de mayores en plena crisis sanitaria. Ante la imposibilidad de conseguir un alojamiento, un particular le cedió, de manera gratuita y temporal, un estudio que tenía vacío; ahora tiene que abandonarlo.

La auxiliar se muestra crítica ante la inacción de las instituciones y compara su situación: "Mi tía es sanitaria en Extremadura y la Junta les ha reubicado en una residencia de estudiantes a coste cero. Yo estoy a coste cero, pero a costa de este hombre", dice. Y María José no es la única, la iniciativa solidaria que le ayudó a encontrar piso tramitó más de 450 solicitudes en toda España.

"Esta clase de solidaridad no debería existir, eso tendría de estar cubierto por el Estado. Siempre y cuando consideremos los derechos sociales como básicos, no pueden depender de la gracia del partido político de turno", considera el sociólogo Bergua.

"Nos tenemos que ir porque como esto no va a acabar..."

A finales de marzo, la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid puso varios hoteles a disposición del personal sanitario que, por motivos de desplazamiento o por convivir con personas de riesgo, no podían volver a sus hogares. Ahora, la vuelta a la 'normalidad' también supone un adiós para estos alojamientos.

Es el caso de Arancha, que ha estado viviendo en la habitación de uno de esos hoteles desde el inicio de la pandemia y ahora ha tenido que abandonarlo: "Nos tenemos que ir porque como esto no va a acabar...", dice esta técnica de rayos.

Después de dos meses sin pisar su casa, la mayor recompensa fue volver a ver a su hijo: "Se puso como loquito, me decía: 'Te fuiste al hospital y no volviste'", y le abrazaba fuerte. Así que Arancha ha vuelto a casa, pero con "un poco de miedo y una angustia grandísima" porque, aunque ha dado negativo en el test, el riesgo al contagio está presente y viviendo juntos es imposible de prevenir. Teme por el futuro de su familia, aunque como dice, "tendremos que aprender a vivir con el virus".

Primeros en acudir, primeros en ser despedidos

A principios de marzo, los hospitales madrileños comenzaron a estar saturados: no podían hacer frente a la emergencia sanitaria con los efectivos de los que disponían. Después de años de privatizaciones y recortes, el sistema madrileño de salud está colapsado y se necesita más personal.

Elisa (nombre ficticio) fue una de las primeras sanitarias a las que llamaron para aliviar el sistema en Madrid, y también una de las primeras de las que prescindieron, tal y como relata ella misma a laSexta. Desde el primer momento, tanto ella como sus compañeros tuvieron que trabajar hasta la extenuación: "Hubo días de quedarnos desde por la mañana hasta el turno de noche para poder ayudar a esos compañeros", explica. La plantilla también estaba a punto del colapso físico.

A pesar de que le dijeron que su contrato como técnico de rayos duraría hasta que se acabase la emergencia, terminó apenas mes y medio después, a principios de abril, cuando en el hospital todavía había muchos positivos: "Sentí decepción y mucha impotencia porque creía que mi labor no había terminado, sabía que ese día iba a haber trabajo y yo no iba a estar ayudando a los compañeros ni a los enfermos", confiesa.

"Me han echado a la calle como un perro"

Pero este no es un caso aislado, la propia María José ha pasado por la misma situación. Ella se trasladó a Madrid durante el pico de la pandemia para cubrir una baja laboral "hasta finales de verano"; sin embargo, ya ha tenido que firmar el finiquito. Ahora no puede volver a su casa en Extremadura ni tampoco quedarse en Madrid: "Me han echado a la calle como un perro", afirma desolada.

"El tipo de políticas que se han hecho hasta ahora hace que los primeros sacrificados sean los servicios públicos y uno de ellos es la sanidad", analiza el catedrático en sociología. Una situación que corrobora en primera persona Verónica, enfermera intensivista en León, que no ha tenido vacaciones en los últimos diez años: "Llevamos años siendo maltratados, con esto me refiero a las condiciones laborales: bolsas de empleo paralizadas, oposiciones sin resolver, privatizaciones, contratos eventuales, plantillas flotantes…", la lista que enumera parece no tener fin.

"Se debería aplaudir menos, y cuando esto acabe, la gente tendría que echarse a la calle a defender los derechos que hemos perdido"

El sistema sanitario es cruel con sus profesionales, pero ellos siguen al pie del cañón, con aplausos y sin ellos; aunque les gustaría más que se transformaran en hechos: "Creo que se debería aplaudir menos, y cuando esto acabe, la gente tendría que echarse a la calle a defender los derechos que hemos perdido", sentencia María José. "Pero no solo ellos, tiene que ser toda la sociedad porque un servicio público sanitario de calidad es de todos", reafirma el sociólogo.

Lo que pase después de la pandemia con respecto al apoyo que se le brinde al personal sanitario es una incertidumbre: "Hay gente a la que se lo tendremos agradecido de por vida y otros que dicen que para eso les pagaban, que ese es su trabajo", asegura la psicóloga.

Verónica ya nota que la burbuja de la solidaridad se empieza a deshinchar: "La frase de 'tu sueldo sale de mi bolsillo' ya resuena de nuevo", cuenta desesperanzada. Ella cree que el apoyo "durará mientras dure el miedo. Cuando se relaje la situación, volveremos a las andadas". Como si el coronavirus hubiera devorado la solidaridad.