Laika y Neska, dos cachorros de mastín, se mezclan entre las ovejas. El objetivo de su presencia es evitar que el rebaño sea atacado. "El mastín es una represalia a otros animales para que no ataquen a las ovejas", detalla Eder Santisteban, Ganadero.

Llegados de la montaña leonesa, estos perros forman parte de un plan pionero que busca la convivencia del ganado y la fauna salvaje. "Apostamos por la actividad ganadera extensiva, pero también, desde la parte medioambiental, por la presencia del lobo", explica Elena Unzueta, diputada de Sostenibilidad y Medio Rural.

En esta línea insiste Txus Gómez, responsable de la Asociación del Desarrollo Rurral de Enkarterrialde: "Con este programa pretendemos poder convivir todos dentro de un mismo espacio". En esta labor también participa Josu Galdós. Él, uno de los cuatro vigilantes contratados dentro de este proyecto, se encarga de rastrear huellas de lobo.

"De momento no hemos llegado a ver la presencia del lobo, pero sí se rumorea que anda en algunas zonas", apunta Josu. Además de mastines y vigilantes, el programa se completa con geolocalizadores como el de Laika, que también lleva el ganado. El objetivo, según cuenta Mario Sáenz de Buruaga, miembro de la Consultora de Recursos Naturales, es "tener continuamente, vía GPS, información sobre dónde están las vacas y los perros".

En total, 12 explotaciones ganaderas participan en esta experiencia piloto que busca reducir la vulnerabilidad del ganado. El valle de Karrantza vive un momento tranquilo en cuanto a ataques de lobos y otros animales. Sin embargo, nadie baja la guardia.