Es imposible resistirse a un cruasán. El rey de la repostería. Calentito, con un profundo sabor y olor a mantequilla, con la textura crujiente de su hojaldre. Es uno de los productos más demandados en bollería en todo el mundo. Desde que se inventara en el siglo XVII ha ido evolucionando. Las nuevas variedades vienen pisando fuerte: cronut, cruapán, cruffin, croffle, torrisant, cruasán roll.

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Croissant, cruasán, croasán. Ha conquistado bares, cafeterías, pastelerías y obradores. Es perfecto para un desayuno, para una merienda... aunque siendo realistas se puede comer a todas horas. El origen del cruasán no es francés, sino austriaco. Se inventó en Viena en el siglo XVIII y nace a raíz de un acontecimiento histórico: el salvamiento de la nación de Austria invadida por las tropas turcas. Desde entonces está en constante evolución, con nuevas formas y se ha fusionado, incluso, con otros productos de bollería tradicionales y menos tradicionales.

El cruasán roll. Está de moda y su nombre más popular es el New York Roll. Un postre redondo al que le podemos meter un relleno y su masa es crujiente y con una textura increíble. Quienes lo elaboran nos dicen que es un bollo de lo más 'instagrameable'. En la pastelería y cafetería madrileña Novo Mundo los tienen de seis sabores: pistacho, maracuyá, tiramisú, cacahuete, frambuesa y asaí. Son todo un éxito y las ventas se han disparado. Cada uno cuesta seis euros y es casi el doble de grande que un cruasán. Dicen que no dan a basto.

  • Guille Glieser, el fundador de esta pastelería, explica que utilizan ingredientes de altísima calidad: "Utilizamos mantequilla francesa, harina italiana, pistachos orgánicos de Toledo".
  • Para elaborarlos necesitan tres días. Uno para amasar la masa, otro para laminarla y crear las capas del hojaldre y en el tercero se fermenta y se hornea. Después hay que enfriar y la última parte consiste en la decoración. Un proceso que requiere mucho tiempo. "Nos gustaría poder hacer más cantidad, pero la pastelería es pequeña, así que tenemos un tope de producción diaria. Hacemos al día unas 200 unidades de New York Roll. El fin de semana intentamos elaborar unas 300 o 400".

Si quiere uno, a la cola. A las puertas del establecimiento la cola es larga. Y es que el New York Roll no se puede comprar a cualquier hora del día. Se organizan en tres tandas: a las nueve y media de la mañana, a las dos y media de la tarde y a las cinco. "Para conseguir uno tienes que llegar unos 15 o 20 minutos antes. Hay días que los vendemos en solo 15 minutos", asegura Guille Glieser.

El cruffin. Es la mezcla de cruasán y muffin. Para hacer esta delicia también se necesita tiempo. José Alberto Trabanco regenta la pastelería Santa Eulalia en Madrid y nos enseña como los crea. "Es una masa hojaldrada, crujiente, muy bien fermentada y horneada. No tiene la forma alargada del cruasán. Tiene forma de muffin, enrollado sobre sí mismo".

  • A partir del cruffin básico, se puede jugar con una gran variedad de coberturas y rellenos: como crema de almendra, de avellana, de queso o frambuesa. Quienes lo prueban aseguran que es muy rico y muy atractivo.

Torrija de cruasán o torrisant. Un híbrido que combina la tradición francesa con la sevillana. Fue en 2020 cuando el pastelero Manu Jara fusionó por primera vez el cruasán francés con la torrija sevillana dando vida así torrisant. Se utiliza auténtica mantequilla francesa procedente de Normandía para realizar el cruasán. Posteriormente, se emborracha en un almíbar especiado con miel de Aracena y perfumado con vino de Montilla Moriles. Por último se reboza con azúcar y canela. Los torrisant se cotizan a 1,40 euros la unidad.

  • "El cruasán ha tenido mucho impacto porque al final te estás comiendo un cruasán con sabor a torrija y es algo muy curioso", cuenta el pasterlo Manu Jara.

Otras revoluciones. Son muchas las variantes del clásico francés. Pan de cruasán o cruapán, donus de cruasán o cronut, gofre de cruasán o croffle. Tantas y tan diversas formas que seguro que ya se te está haciendo la boca agua.