Todo fue un accidente. Es la versión que sostiene ahora el asesino confeso de Manuela Chavero. Su nombre es Eugenio Delgado y tiene 28 años. Cuando tenía 24, vivía a poco más de 40 pasos de la víctima.

Delgado sostiene que Manuela fue voluntariamente a su casa la noche del crimen. Asegura que lo hizo para ayudarle en unas tareas y que, una vez ahí, se cayó por accidente y murió del golpe.

En ese momento, decidió trasladar su cuerpo a una finca de su propiedad ubicada a 15 minutos de la casa de Manuela para deshacerse del cuerpo. Lo enterró a un kilómetro de la entrada y después cambió la tapicería de su coche porque estaba manchada de sangre.

A contrarreloj, la UCO peina cada milímetro de este terreno para terminar de sacar los restos óseos. Frío y solitario para sus vecinos, Eugenio estuvo desde el primer momento en el círculo de sospechosos.

Tenía antecedentes policiales por delitos menores y llegó a declarar en varias ocasiones, siempre sosteniendo que no sabía nada y que ese 4 julio de 2016 estaba en la playa con unos amigos. Sin embargo, los investigadores sabían que les mentía. Además, tenía magulladuras en un brazo aquellos días, heridas que atribuyó a la brega con los animales.

Su relación con la ganadería le sirvió más veces como defensa. Varios amigos aseguran que había preguntado cómo podía conseguir un horno para deshacerse de animales muertos. Hoy los agentes también registran su domicilio y esperan cerrar pronto la reconstrucción de los hechos para que la familia de Manuela Chavero, que se ha negado a olvidarla en estos cuatro años, por fin descanse.