Pensar en una sociedad más justa sin que los jóvenes entiendan la igualdad es una utopía. El feminismo, tal y como lo define Marta Borrell, "es un trabajo de hormigas". De conversaciones que cambian mentes, de mujeres reales haciendo lo que quieren hacer sin frenos, estigmas, ni miedos. Hormigas que, con sus pequeñas acciones, pueden reconstruir mundos en los que tienen un lugar preconcebido.

El futuro del feminismo está en las manos de niñas que se rebelan, que dicen 'no' a un sistema patriarcal y que toman las riendas de su vida sin que su género condicione nunca más cómo deben hacerlo.

Porque sí, se puede correr como una chica, programar robots como una chica y luchar por el futuro de la humanidad como una chica. Y los resultados son inmejorables. Esta es la historia de chicas que plantan cara al sistema. De tres niñas con tres ejemplos de valentía, superación y lucha. De tres referentes reales.

Marta Borrell: de las aulas a la ONU

Marta, con tan solo 18 años, ya sabe lo que es sentarse frente a poderosos hombres con corbata para exigirles cambiar el mundo. Ni los focos, ni las cámaras, ni siquiera el imponente edificio neoyorkino del 'Turtle Bay' pesaron más que todo aquello que esa niña de 16 años no iba a callar: "Fue más fácil llegar a la Luna que ofrecer educación a todo el mundo", espetó en 2019 ante la mirada perdida de dirigentes de la ONU que aún hoy buscan una respuesta al problema.

Ella misma había visto las consecuencias de una educación diseñada para un mundo muy lejano al de la mayoría de niños africanos. Todo comenzó con un viaje escolar a Marruecos en 3º de la ESO: "Todos sabíamos que esa realidad existía, pero no la ves cerca hasta que la tienes delante". Entonces, decidió realizar un documental con la ayuda de sus padres, productores.

"Si el colegio no funciona, no hay futuro. Decidimos que íbamos a hacer un documental de educación, y que lo íbamos a hacer desde el punto de vista de una niña, desde mi punto de vista", ha destacado. Así arrancó 'Una luz en la oscuridad', el inicio de un sendero que va mucho más allá de su paso por la ONU: "Lo más interesante fue llevar el documental a las escuelas. Los niños ganan. Cuando se lo enseñas a ellos son horas de manos levantadas".

Para grabar 'Una luz en la oscuridad', Marta se encarnó en una niña mozambiqueña. Pasó días yendo a una escuela rural y detectando qué fallaba: "Los niños estaban aprendiendo sobre bombillas y ohmios en una zona en la que no había electricidad. No es un sistema diseñado para la gente rural de África, que es un 80% de su población".

Escena de 'Una luz en la oscuridad'

El camino era aún mucho más duro para las mujeres adolescentes del país: "Es un sistema muy patriarcal en el que están muy divididos los roles", asegura. Fue sobre este aspecto donde encontró los testimonios más duros: "Había chicas embarazadas por profesores. A la hora de pasar de curso les era mucho más difícil por el simple hecho de ser una chica. No pueden hacerlo si no se acuestan con su profesor".

Aunque, reconoce, nunca llegó a ser testigo de la verdadera realidad de esas jóvenes: "Yo esto no lo vi en la clase porque estábamos grabando, y obviamente hay filtro y el profesor no se va a poner a hacer cosas así. Después te cuentan las experiencias y es más que verídico. Por desgracia estas cosas existen", expone.

Marta Borrell en una clase en Mozambique

La solución, indica, pasa por dotar de experiencias y formación a los profesores y adaptar la educación a una población muy diferente a la europea. "El problema de estos profesores es que muchos no han podido salir de su propio pueblo. Habría que intentar que tuvieran oportunidad de tener experiencias que puedan trasmitir a los niños".

Ahora, con 18 años, Marta tiene claro que su futuro para por aportar su granito de arena para una humanidad más justa e igualitaria. Lo hará empapándose de diferentes realidades y, como no, reflejándolo también en el mundo del cine: "Estoy trabajando otra vez con mis padres para hacer otro documental que se llama 'Los ojos del futuro' que va sobre el impacto que tenemos los jóvenes".

Aun así, tiene claro que los verdaderos cambios no los provocan hombres poderosos, sino las hormiguitas que, como ella, tratan de paliar las consecuencias sociales de un sistema imperfecto. Y nos deja una lección de vida: "El feminismo es trabajo de todos. Ya no son solo los grandes movimientos como puede ser un documental o una charla internacional, sino realmente son las pequeñas conversaciones, el hablar de tú a tú. Puede ser con un padre, un profesor, un amigo. Esas son las charlas que cambian. Es un trabajo de hormiguitas, del día a día".

Valeria Corrales y Patricia Heredia, o cómo entender que la tecnología también es para chicas

Valeria Corrales tiene 13 años, y ni su edad ni su género iban a impedirle enseñar a las niñas de su edad a romper estereotipos. Con tan solo 10 años y junto a su profesora de una academia de robótica, Patricia Heredia, se le ocurrió formar un canal de Youtube en el que enseñar que las mujeres también pueden divertirse con las ciencias y las ingenierías.

Su interés por los estudios STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) se remontaba años atrás, cuando un regalo inocente despertó su curiosidad por un sector en el que la paridad es una utopía.

"Cuando tenía 6 años mi padre me regaló una muñeca que se llamaba 'goldieblox' y al montarla fue cuando me di cuenta de que me gustaban estas cosas. Empecé a programar viendo documentales en Youtube y haciéndolo todo online", indica. Por eso, la apertura de la academia de Patricia, una ingeniera de telecomunicaciones, en Huesca, fue una oportunidad para Valeria, que no dudó en apuntarse a las clases de robótica.

"Yo era ingeniera, no tenía nada que ver con el mundo de la educación y me di cuenta cuando vi a Valeria de que siempre había estado rodeada de chicos. Fue entonces cuando dije 'voy a enseñar que todo esto existe'", ha indicado Patricia.

Valeria Corrales y Patricia Heredia

Su canal, VALPAT, trata de mostrar a los niños y niñas que la tecnología y la robótica es divertida y, sobre todo, que carece de género. "Las chicas tienen que darse cuenta de que la tecnología también es para ellas, que no es solo para chicos. Hay algunas que al escuchar tecnología se piensan que es muy difícil y que ellas no pueden hacerlo. Yo les diría que es muy fácil y muy divertido y si quieren empezar pueden ver nuestro canal que no se necesita comprar nada en muchos de los proyectos que hemos hecho, y se lo pueden pasar muy bien", ha explicado Valeria.

En España, solo el 25% de las personas matriculadas en grados de Ingeniería son mujeres. Una situación que se debe, según ha expuesto Patricia Heredia, a que las jóvenes tienen más interiorizado el síndrome del impostor y a la falta de referentes: "Es muy importante que salgan científicas en los libros de texto, pero también que las niñas se vean proyectadas en ellas". Algo que es mucho más fácil si esos referentes son jóvenes que, como ellas, salen con sus amigos y se divierten viendo TikTok: "Una niña de 12 años se puede ver proyectada en Valeria. Es importante que la referente sea una persona normal, que sale, que le gusta TikTok, pero que también le gusta la tecnología, que no es un bicho raro".

Además, indica, "las mujeres tenemos más interiorizado el síndrome del impostor y pensamos que no vamos a ser válidas para hacer algo que veamos más complicado". Por eso, insta a las más pequeñas a superar barreras. Un hecho para el que se necesita un cambio real a la hora de educar: "Se tiene que empezar en colegios y en familias. Una vez una niña me dijo que es que a los niños les apuntaban a este tipo de talleres, mientras nosotras tenemos que pedirlo".

Valeria y Patricia seguirán ayudando a todas aquellas niñas a romper con los estereotipos y descubrir que el mundo STEM también es para ellas: "Somos el 50% de la población, valemos, y necesitamos entrar en ese mundo", zanja Patricia.

Yvonne Cerpa: una mujer, una moto y 53 rivales hombres

El rugir de una moto es la banda sonora de la vida de Yvonne Cerpa desde que tiene uso de razón. Esta joven de 14 años nunca pensó en su género cuando con tan solo 5 decidió girar el manillar y arrancar su primera carrera.

Yvonne Cerpa junto a Valentino Rossi en sus inicios como piloto

Ahora, compite en el FIM JuniorGP, el campeonato de Europa para mayores de 14 años. Lo hace, además, rodeada de chicos. "Claro que pueden presentarse más chicas, lo que pasa es que no hay", expone.

Su interés por el mundo del motor viene de familia. Su padre es motero y su abuelo tenía un taller de motos. Cuando la dejaron probarlo, no lo dudó. El resto es historia.

Yvonne Cerpa, en una Honda 2,5

Sus amigos y conocidos de Casteldefells, Barcelona, siempre la han visto pegada al sillín: "La gente de mi entorno lo tiene muy normalizado", explica. Sin embargo, ha tenido que parar los pies a algunos comentarios machistas: "Hay gente que les dices que compites en moto y te dicen 'ah sí, pero darás una vuelta por el pueblo, no?'".

"A veces sí que me han dicho algo del tipo 'no vas a llegar a nada, eres una tía' pero cada día me importa menos, la verdad", asevera. Y es que para Yvonne su género nunca fue un factor a tener en cuenta para subirse a su moto.

"Yo no empecé porque viera a chicas, probé me gustó y no pensé en 'es un mundo de hombres'. Dije: 'me gusta, se me da bien y no voy a no hacerlo por eso'. Nunca he tenido una chica referente para empezar".

Ahora, con más de 4.000 seguidores en Instagram y toda una vida dedicada a la moto por delante, es ella la que puede sembrar el referente femenino que a muchas niñas les falta: "Cuando ya fui metiéndome en el mundo de la moto me empezó a gustar María Herrera, pero no creo que tengas que fijarte en una chica para poder hacer esto. Si te gusta, ¿por qué no lo vas a hacer?", zanja.

La Hawkers European Talent Cup cuenta con 54 pilotos inscritos, entre los que solo se encuentra una mujer, Yvonne, que espera conseguir sus mejores resultados este 2022: "Me lo planteo como un reto bastante grande, porque es el campeonato de Europa. Hay que ir fuertes, a darlo todo".