"¿Cómo veis las baldosas?"
Los jubilados que 'vigilan' las obras por vocación (y casi contratados): un pueblo italiano los convierte en "inspectores cívicos"
Los detalles Lo que comenzó como una costumbre diaria se ha convertido en un servicio cívico: observan, opinan y corrigen sin cobrar, por vocación y experiencia. Tienen turnos, seguro y un reconocimiento simbólico que los convierte en vigilantes no oficiales de cada obra.

Resumen IA supervisado
En Villasanta, al norte de Milán, el Ayuntamiento ha transformado el interés de los jubilados por las obras públicas en un servicio cívico voluntario. Este fenómeno común, donde los mayores observan y comentan obras, se ha institucionalizado, permitiendo que los jubilados participen en turnos para vigilar y aportar su experiencia. Aunque no reciben un salario, cuentan con reconocimiento y seguro de accidentes. La iniciativa ha fortalecido el sentido de comunidad, integrando a los mayores de manera activa y significativa. En otras ciudades, este interés es visto como curiosidad, pero en Villasanta, se ha convertido en una política de participación ciudadana.
* Resumen supervisado por periodistas.
Hay cosas que no necesitan explicación. Como ese extrañomagnetismo que tienen las obras públicas para los jubilados. Basta que aparezca una zanja, una pala mecánica o un operario colocando baldosas para que, poco a poco, ellos empiecen a llegar. Se colocan cerca, en silencio o con algún comentario crítico, con los brazos en jarra o cruzados sobre el pecho, a veces detrás de la espalda, y la mirada fija, como si estuvieran supervisando una operación quirúrgica.
En Villasanta, una pequeña localidad al norte de Milán, este fenómeno tan común como universal ha dado un paso: el Ayuntamiento ha decidido "profesionalizar" este pasatiempo, convirtiéndolo en un servicio cívico voluntario. A partir de ahora, un grupo de jubilados participa en turnos rotativos de dos horas diarias para vigilar las obras públicas, alertar de posibles fallos o irregularidades y, sobre todo, aportar su valiosa experiencia. No reciben un sueldo, pero sí el reconocimiento institucional y un seguro de accidentes.
"¿Cómo veis las baldosas? ¿No están un poco altas?"
La escena podría repetirse en cualquier rincón de España. José, uno de los habituales en el barrio madrileño de Moratalaz, llega puntual cada mañana. "Aunque solo sean cinco minutos, tengo que pasar a mirar", dice. Paco, otro veterano, analiza el ritmo de los trabajos con mirada crítica: "Mira los golpecitos… lo están haciendo muy bien".
La conversación entre ellos fluye con una mezcla de análisis técnico y camaradería. "¿Cómo va la obra, jefe?" "Bien, de momento bien", responde el operario, como si hablara con un capataz más.
Entre los trabajadores, ya tienen nombre para ellos: "los vigilantes", "los controladores". No están allí por obligación, sino por algo más difícil de definir. Por nostalgia, por vocación, por ese impulso de seguir sintiéndose útiles.
"Me recuerda a mis tiempos", confiesa Eduardo. "Me distraigo, digo lo que creo que está bien y lo que está mal… aunque no me hagan caso", añade Alfonso. "Me encanta. Es un gusanillo que tengo, ver cómo trabajan ahora que estamos jubilados", dice José, con una sonrisa que resume todo.
De la barrera… al rol oficial
Lo que en otras ciudades puede ser visto como una curiosidad o incluso una molestia, en Villasanta se ha transformado en una política municipal de participación ciudadana. Los jubilados que se apuntan como "voluntarios cívicos" reciben una identificación, cobertura legal y un horario. Y aunque no tomen decisiones ni tengan autoridad, los operarios ya los consideran parte del paisaje... y casi del equipo.
"Ayer estuve arrancando un árbol, y estuvo el hombre dando su opinión todo el rato", comenta Diego, uno de los trabajadores. "Te dicen dónde poner la valla… y hay que hacerles caso, porque si no, no se van", ríe otro.
A veces sus comentarios arrancan carcajadas: "¡Ocho tíos y uno trabajando!", lanza uno. Pero detrás de cada chiste hay experiencia. Muchos de ellos trabajaron en el sector: albañiles, electricistas, fontaneros, aparejadores. Y aunque ahora ya no manejen herramientas, conservan la mirada afilada.
"Hay que escuchar lo que te dicen, sobre todo los mayores, que tienen más experiencia que nosotros", reconoce un joven operario.
Una idea que podría exportarse
La iniciativa del Ayuntamiento no solo ha mejorado el ambiente alrededor de las obras. También ha reforzado el sentido de comunidad. "Es nuestro barrio", dice Fernando. "Y si hay fallos, tenemos que decirlo. Esto también es nuestra casa".
Más allá de lo anecdótico, Villasanta ha encontrado una manera de integrar a sus mayores en la vida pública de forma activa, útil y emocionalmente significativa. Les ofrece un rol, una rutina, un pequeño deber. Porque, como resume, uno de los operarios: "Algún día, también vendré yo por aquí a ver a los que están tras mío".
Y quién sabe… quizá también se cruce de brazos, observe en silencio y diga: "Eso no está bien nivelado".