Cuando suena el despertador por las mañanas, a Pablo aún le quedan un par de horas por delante para que comience su jornada laboral, y al mundo casi que también. No hay metro, las líneas de autobús aún son las nocturnas y el único ajetreo que se puede escuchar a varios kilómetros en la redonda es el de Mercamadrid.

Pablo, madrileño de 40 años y con el título de Bachillerato, trabaja desde hace dos décadas en la misma empresa, una compañía multiservicios que provee a una de las sedes de los grandes almacenes más reputados de nuestro país, y siempre a jornada completa.

Pero Pablo, que no falla ni un día, que cumple escrupulosamente con su empleo, aún vive con su madre -solicitó vivienda pública, sin resultado- y tiene que mirar céntimo por céntimo la cesta de la compra. La inflación le tiene tiritando y las previsiones de lo que están por venir no alientan ni lo más mínimo.

El 18% cobra el SMI: mil euros para vivir

Su caso no es único. En nuestro país, y con los últimos datos disponibles en el INE, referentes a 2019, el 18% de los trabajadores cobran el Salario Mínimo Interprofesional (SMI), como Pablo.

Son los más vulnerables ante la inestabilidad de la economía y el dato de la inflación, así como la subida de precios derivada de las huelgas de transporte. La vida cuesta este mes de marzo un 9,8 % más respecto al mes de marzo del año pasado. Es una tendencia al alza: 2,2 puntos por encima de la tasa registrada en febrero (7,6 %) y la más alta desde 1985, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).

Y cada vez son más los españoles que, como Pablo, apenas cuentan con mil euros para hacerle frente a todo.

Con la comida, "como hace 80 años"

"Afortunadamente para comer nos da. Pero para comer. Sólo para comer, y buscando ofertas", puntualiza al otro lado del teléfono, entre risas. "Cada vez es más exiguo todo, con la comida tienes que estar como hace 80 años", ahonda, ya con un tono más prudente.

Esa posguerra hizo que muchos españoles no tuvieran qué llevarse a la boca. Ahora, con las explosiones en Ucrania escuchándose desde el transistor, la sensación de inquietud, de inaugurar lo ya vivido en otro tiempo, comienza a flotar sobre el ambiente.

Las cifras de la inflación, correspondientes al índice de precios de consumo (IPC), han puesto luz en lo que ya se intuía, a tenor de las correspondientes facturas: se ha disparado la luz, los carburantes y los comestibles. Y la inflación subyacente, que no incluye ni alimentos frescos ni energía, también registró un repunte de cuatro décimas en marzo - el 3,4 %, la más alta desde septiembre de 2008-.

Vivir, sólo vivir, ya hay que hacerlo echándose la mano al bolsillo.

Pesadilla en el supermercado

"Yo soy el tuerto en el país de los ciegos", se consuela Pablo, cuando cuenta que aún vive con su madre, una mujer de 80 años con una discapacidad reconocida del 33%. Solicitó vivienda pública hace ya bastantes años, y nada. Mi situación… bueno. Tengo la casa pagada, pero tengo compañeros que son padres de familia y viven de alquiler. Eso sí que es un drama".

Aunque lo cierto es que la pesadilla es casi semanal: con ir al supermercado basta. "Genera impotencia. Lo del pescado es criminal. Ya no sé qué ha pasado, porque es complicado encontrar pescado. Pero es un despropósito, prohibitivo, que dos lenguados frescos te valgan 20 euros, que una dorada te cueste 12 euros. Es dorada porque es de oro", bromea, sin perder el sentido del humor.

"El aceite de oliva virgen antes lo compraba… Ahora estoy comprando a cooperativas directamente. Compro 20L y pago 60 euros, que duelen, pero sé que tengo aceite para todo el año. Te buscas las artimañas para gastar lo menos posible, porque está impagable".

Pero no sólo el ajuste ha llegado ahí, sino que ante el galope de la factura de la luz, sin viso alguno de bajar -"depende del mes hemos llegado a pagar 170€, es una casa antigua y todo es eléctrico"- han tenido que optar por tarifa plana y apechugar. "90 euros. Más internet… se te va".

El ocio, cada vez más difícil

La vida es más que trabajar, pero cada vez parece que un poquito menos. "Mi tiempo de ocio cada vez menos, porque tengo que echar mano en la cartera", suspira Pablo.

Sus opciones siempre son "todo lo más barato posible: las cañas, en el bar más barato que conozcamos; cada vez menos cine… cero vacaciones. Antes lo hacía, ahora no puedo".

"A mí me gusta mucho viajar, he viajado mucho, he ido a EEUU, a Chile, a Perú… siempre de gañote, a casa de amigos, pero ya no puedo. Y me tengo que sentir afortunado", insiste.

No se queda ahí, echando la vista a su alrededor. "Yo tengo jornada completa, pero cada vez hay más gente a tiempo parcial. Al subir el SMI, las empresas empiezan a quitar gente, no a aumentar presupuestos".

La espiral salario-precio

"A mí me dan miedo dos cosas: el precio de la vida -la inflación-, pero también ese 9% repercute en mi salario. ¿Qué va a pasar con mi empleo, con mi plantilla, mi empresa hará reducción? El convenio, con una cláusula de salvaguarda salarial, que se ha firmado es muy bueno. Pero que no afecte al empleo", ruega.

Pablo se refiere, sin saberlo, a un concepto sobre el que los economistas y el Banco de España ya han alertado en las últimas horas. La entidad central bancaria de nuestro país, y principal supervisora del sistema bancario español, ha puesto el foco en la "tendencia al alza" en el porcentaje de convenios firmados en los últimos meses con cláusulas de salvaguarda salarial.

Para ellos, "constituye un riesgo creciente de que se produzcan efectos de segunda vuelta en la inflación" que dañen al empleo y la actividad económica. Es lo que el economista y director de Coyuntura de la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas), Raymond Torres, se refiere como "espiral salario-precio, algo que influyó mucho en los incrementos de la inflación en los 70", cuando laSexta.com le pregunta.

"Es el proceso de inflación. En un principio, en algún sector como la energía, hay un incremento muy importante de costes, y esto repercute en los precios -alimentación, transportes- y, a su vez, provocan la pérdida de poder adquisitivo, porque los convenios colectivos se fijan en previsiones de inflación".

En este caso, la previsión del BCE era del 3,2% el año pasado. Hace tan sólo unos días la institución corrigió sus cifras para este año. Las nuevas previsiones apuntan a un IPC medio del 5,1% en 2022.

"Cuando se encarece, la gente sufre una pérdida de poder adquisitivo, y los asalariados quieren recuperarlo. Esto incrementa los precios, y en el periodo siguiente continúa. Es un bucle del que es complicado salir", explica el economista Torres.

La misma situación que España en los 70 y 80

Los titulares pueden sonar familiares. Es muy similar a la que España vivió en los 70 y 80. El choque petrolero de 1973, el incremento importante de los precios de 1978. Una década en espiral.

Según los expertos, hay dos formas de pararlo. Forma suave: los pactos de renta. "Es complicado porque requiere esfuerzo de todos y disciplina de todos. El Gobierno no tiene herramientas vinculantes en una economía de mercado", subraya Raymond Torres, de Funcas. Ya sucedió: en el año 1977 se produjeron los Pactos de Moncloa, cuando se llegaron a inflaciones superiores al 20%.

Después está el método duro: echar mano del Banco Central Europeo. "Su misión principal es contener la inflación", recuerda el economista. "Lo que hace es aumentar los tipos de interés y puede redundar en una recesión para moderarlo todo".

La gente sale menos a restaurantes porque tiene menos dinero, porque hay más paro. Se mira más qué se compra. Se utilizó a principios de los años 80. "Por eso, el BCE está advirtiendo de la situación, para intentar que sean los agentes sociales los que moderen la circunstancia".

De momento, para el Gobierno de España la balanza se inclina por la primera opción, por el "pacto de rentas". Pedro Sánchez consiguió que Europa permita a España y Portugal fijar un tope al coste del gas para que no se traslade al del total de la electricidad, máxime cuando en España el mix energético tiene una alta proporción de energías renovables y el gas representa una parte minoritaria en la generación de energía. También se han bonificado los combustibles.

Precisamente el diálogo social se encuentra ahora en la mesa para definir el nuevo Acuerdo de Negociación Colectiva, que sentará las bases de las subidas de salarios en los próximos años. Y la guerra de Ucrania ha hecho que un pacto que se preveía rápido -para este mes de marzo- se alargue, con la cautela por los posibles efectos que ya está teniendo la guerra en el bolsillo y los que puedan venir en los próximos meses.

Pablo, por su parte, no duda ni un instante. Lo tiene claro. "Ojalá la inflación se quedara en un 2% y sólo nos subiera un 2% el salario. Yo prefiero pagar menos de luz y que me suban menos el salario", anhela.