"El fiscal general del Estado siempre está en la parrilla de San Lorenzo. Unas veces le asan de un lado, otras de otro", afirmaba José Manuel Maza en la SER.

Aunque decía que él se parecía más a un horno crematorio: "Me dan un subidón y me achicharran, luego parece que la cosa baja y poco tiempo después vuelve a subir".

Su defensa a ultranza de Moix tras conocerse que tenía una sociedad en Panamá fue muy cuestionada. "No encuentro motivo ninguno que merezca el cese de este señor", afirmaba.

Tampoco se planteó nunca su propia dimisión: "Analizando mi propia conducta, no encuentro motivo para dimitir". Pese a que muchos se lo pidieron por favorecer, supuestamente, a investigados del caso Lezo.

Por esto mismo, Maza se convirtió en el primer fiscal general del Estado reprobado por el Congreso de los Diputados.

Su papel también fue decisivo en la crisis catalana. Primero advirtió de que se estaba cometiendo "un delito" e invitaba a recapacitar. Luego actuó y optó por la vía más dura interponiendo querellas "por los delitos de rebelión, sedición, malversación y otros".

Él mismo firmó esas querellas que desembocaron en el encarcelamiento actual de parte del govern cesado. Maza siempre defendió su autonomía. Muchos lo recuerdan y hacen balance de su trayectoria. Joaquim Bosch, portavoz territorial de Juezas y jueces para la democracia, afirma que "ha sido un gran jurista; no se ha apartado de la influencia del Gobierno".

Próximo al ministro Catalá, quien lo puso en el cargo, también lo recuerda como un hombre leal, gran conversador y un servidor público de primer orden. En la Cope ha dicho que "fue un hombre brillante, tuvo el coraje de aceptar la proposición del Gobierno de ser fiscal general del Estado; siempre ha defendido la ley y el derecho, creyendo en la democracia y en la Constitución y dando ejemplo".

A los 66 años, José Manuel Maza es el primer fiscal general del Estado que muere en ejercicio.