Con 150.000 personas en la plaza de San Pedro, el papa Francisco ha vuelto a conquistar a los fieles católicos apareciendo en un jeep descapotable. Un gesto muy poco común porque, para este tipo de actos, se suele utilizar el papamóvil blindado.
Durante 20 minutos, el papa Francisco ha saludado a la multitud, demostrando que el protocolo no va con él, que le gusta el contacto directo. Ha bendecido a un niño lloroso, y ha vuelto a saltarse las normas, ordenando parar el jeep. Quería besar a un enfermo e imponerle las manos rezando por él. Bendiciones a pie de plaza que traen de cabeza al equipo de seguridad del papa, que temen un trágico recuerdo.
El 13 de mayo de 1981, Juan Pablo II era tiroteado cuando recorría la plaza de San Pedro en un coche descubierto. Sufrió heridas en la mano, el brazo y el abdomen. En 2007, de nuevo en el Vaticano en un vehículo sin protección, un exaltado saltó la barrera de seguridad para llegar hasta Benedicto XVI. Rápidamente, fue reducido.
Unos episodios que no impiden que el papa Francisco deje de lado su estilo de sencillez y cercanía. El mismo estilo que quiere para la Iglesia.