En tensión y en alerta se adentra Hong Kong en el cuarto mes de unas protestas proclamadamente democráticas, pero cada vez más iracundas. La reivindicación simbólica ha dado paso al vandalismo directo y ya no sólo se responde a las cargas policiales, sino que se ataca directamente a civiles.

"Los grupos y manifestantes pacíficos han quedado marginados y las convocatorias en manos de triadas violentas y criminales, que incluso llegan a hacer armas mortales de los otrora icónicos paraguas", defiende el gobierno hongkonés frente a los que acusan a la policía de infiltrarse para 'agitar el avispero'.

Porque esta es una batalla también por el relato. Amnistía Internacional constata más de 1.300 detenciones "arbitrarias" y otros excesos policiales.

Y con el 70 cumpleaños de la nación china en ciernes, las autoridades advierten que contestarán con fuerza a quien intente aguarles la fiesta.